Ángela llevaba tres años viviendo con su novio Breogan cuando empezó a sufrir unos extraños brotes psicóticos. Desde hacía unos meses se autolesionaba provocándose grabes daños físicos y agredía a Breogan sin lograr causarle mal alguno. Con el tiempo sus males psicológicos fueron en aumento y su novio la llevó a un especialista porque estaba muy preocupado por su chica. El especialista hizo un profundo análisis de la conducta de la joven y dictaminó que Ángela debía ser ingresada en una cárcel psiquiátrica debido a la tendencia agresiva que padecía.
A Breogan le costaba mucho dejar a su novia en aquel lugar. Cuando encerraron a Ángela en aquella habitación de cristal, ella no dejaba de llorar y de suplicar que no la dejasen allí. A pesar de lo mucho que le dolía, Breogan decidió que aquello era lo mejor para ambos.
Breogan visitaba cada día a Ángela y le daba todo el cariño que ella le permitía. La salud mental de la joven parecía haber mejorado y los médicos consideraban que en poco tiempo podría recibir el alta.
Breogan llevaba seis meses viviendo sin Ángela y ahora todo volvería a ser como antes. Iba a buscarla a la cárcel psiquiátrica para llevarla de vuelta a casa, junto a él. Se encontraba ya junto a la puerta de la habitación esperando a que el médico abriese la puerta y le permitiese entrar. Breogan entró en la celda y en ese momento Ángela sufrió un ataque de histeria y comenzó a tirarse del pelo y a pegarse. El joven trató de tranquilizarla. Se aproximó a ella, la abrazó contra su pecho y le acarició el pelo. Ángela lloraba cubriéndose los ojos con las manos permitiendo que su novio la abrazase. La chica parecía estar completamente tranquila cuando agarró con sus propias manos el cuello de su chico. Apretó con fuerza. Breogan intentó que le soltase pero Ángela acabó con sus propias manos con la vida de la persona que amaba. Después de eso… jamás recuperó la cordura.
Escrito Por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)