martes, 5 de junio de 2012

Humillación Y Asesinato


Ayelen ya no soportaba ser tratada como un objeto. Estaba harta de que aquel chico la utilizase y jugase con ella. Quería vengarse, quería hacerle sufrir y hacerle sentir lo mismo que estaba sintiendo ella. Neyén recibiría su merecido. 

Durante semanas Ayelen estuvo planeando todo cuanto le haría. Estuvo encerrada en casa dibujando y escribiendo todas las humillaciones que le haría vivir. También había estado incomunicada para demostrarle a Neyén que no siempre estaría detrás de él como pensaba. La joven quería humillarle, quería hacerle pagar por todo el sufrimiento que había causado. Ayelen no soportaba ver como jugaba con cada chica que se le acercaba. No le gustaba ver que las trataba como si de objetos se tratasen, como si fuesen pañuelos que utilizas y luego tiras. Estaba harta del comportamiento chulesco de Neyén y acabaría con él fuese como fuese.

El sábado llegó y Ayelen lo tenía todo pensado. Aquel día la joven había llamado a Neyén y lo había convencido para que acudiese a su casa a cenar. El chico accedió, pero lo que no se esperaba era que aquella sería la última noche de su vida.

Neyén llegó a casa de Ayelen, la cual lo recibió de muy buen humor. El muchacho entró en la casa y pocos minutos más tarde comenzaron a cenar, ya que Ayelen tenía todo preparado sobre la mesa para ello. Comenzaron a cenar, algo normal. Pero al cabo de diez minutos Neyén se desmayó. La muchacha había echado somníferos en su vaso para que la humillación diese comienzo. 

Ayelen lo arrastró hasta la puerta de la entrada del piso. Abrió la puerta y arrastró el cuerpo dormido de Neyén fuera. Cerró la puerta y continuó arrastrando al joven por el pasillo del edificio. Lo arrastraba con dificultad, ya que aquello era demasiado peso para ella, pero logró desplazarlo hasta el ascensor. Pulsó el botón y aguardó. Las puertas del ascensor se abrieron y Ayelen introdujo el cuerpo dentro. Entró y pulsó el botón que los llevarías hasta el portal del edificio. Lo arrastró por el portal hasta sacarlo a la calle. Lo dejó sobre la acera. Ayelen comenzó a desnudar el cuerpo todavía dormido de Neyén. Una vez le quitó toda la ropa, metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó unas cuerdas. Como puedo ató a Neyén desnudo a una farola que había situada ante el portal del edificio donde vivía la joven. Cuando lo tubo bien atado, se quedó sentada en la acera esperando a que el joven despertase. Durante ese tiempo nadie pasó por aquella calle. No solía ser un barrio muy transitado por el día y por las noches era muy extraño ver a alguien por allí. 

Neyén abrió los ojos y vio a Ayelen sentada en el suelo, ante él, mirándole expectante. El muchacho estaba aturdido, no sabía dónde estaba ni como había llegado hasta allí. Estaba tan desorientado que tardó varios minutos en darse cuenta de que estaba completamente desnudo y atado. No podía moverse. A penas ni podía retorcerse para intentar soltarse. Ayelen se levantó de la acera y en la mano sostenía un cuchillo. Neyén intento gritar, pero no fue capaz. No era capaz de emitir ningún sonido. La chica se aproximó a él con pasos cortos pero firmes, mostrando el afilado cuchillo que llevaba en su mano derecha. Se acercó a Neyén y le susurró al oído “Vas a pagar por tanto sufrimiento causado”. Hizo un pequeño corte en el pecho desnudo del joven. Ayelen observó con atención como la sangre comenzaba a brotar de aquel corte. Después continuó haciendo cortes. Heridas que junto con la primera que había hecho formaban una palabra. La palabra “putero”. Pero aquello no era suficiente para saciar la sed de venganza de Ayelen. La chica continuó haciendo cortes por el cuerpo desnudo de Neyén mientras este iba poco a poco perdiendo la vida. En un arrebato de ira, Ayelen cogió el cuchillo y lo acercó a la cintura de Neyén. “Te voy a cortar ese miembro que tanto aprecias y que tanto dolor causa a la vez”. Bajó el cuchillo unos centímetros y cortó el pene de aquel muchacho. Neyén logró emitir un sórdido grito. Unos veinte minutos más tarde de aquel corte, murió. Pero aún estando muerto, Ayelen siguió causándole numerosas heridas por todo el cuerpo. Después de muerto le cortó la cabeza, le cortó el pecho hasta conseguir arrancarle el corazón y le amputó las manos. 

Ayelen cogió las partes extraídas del cuerpo y se las llevó a su casa. Las colocó sobre la mesa y sentada en el sofá las observó mientras se fumaba un cigarrillo. Acabó de fumar y estando todavía impregnada de sangre, cogió el teléfono. Marcó el número de la policía.