jueves, 23 de febrero de 2012

Les Y Ray: El Fin

Les vio como Ray se iba. Vio como todos aquellos momentos tan intensos se escapaban de sus manos y no podía hacer nada. Ray había decidido irse. Tras muchos momentos con ella decidió que estaba haciéndole daño y que era mejor alejarse. Y así fue… Ray cogió sus maletas y se dispuso a abandonar la ciudad, pero antes de despidió de Les.

-       Les… Ahora me iré, pero quiero que sepas que estaré más cerca de ti de lo que te puedas imaginar. Y cuando estés mal… Recuerda… No es bueno para ti tener un vampiro en tu vida. –

-       Comprendo cómo te sientes y lo que dices. Y entiendo que quieras irte… Pero… ¿Has pensado que quizás yo quiera un vampiro en mi vida? –
-      La verdad es que nunca me lo había preguntado – Respondió Ray con cara de sorprendido. Parecía que la pregunta de la chica le había desconcertado por completo.

-      Pues mientras te vas piensa en ello. Yo pensaré en ti en cada momento y quizás me abrumen muchos pensamientos. Quizás me pregunte que hice mal. Pero acepto todo lo que está pasando. Te dejo ir. Sé libre y disfruta con lo que te encuentres. Sé libre Ray… Pero piensa en la pregunta que te he hecho. Piensa en que quizás yo quiera un vampiro en mi vida y piensa en que quizás no sabes realmente lo que yo quiero… Hasta pronto Ray… -Les se dio la vuelta y abrió la puerta de su casa y entró. Toda aquella despedida estaba surgiendo ante el hogar de la joven muchacha y eso le había facilitado la marcha a Les.

Ray se quedó inmóvil durante unos minutos sin quitar la mirada de la puerta cerrada. Tras ese tiempo, cogió sus cosas y abandonó aquel lugar. Caminó, caminó y caminó hasta llegar a un siniestro bosque oscuro y con mucha vegetación. Se adentró en su interior y siguió caminando.

Tras varias horas de mucho andar entre árboles, arbustos y demás vegetación bajo la luz de la noche, Ray llegó al lugar que quería. Se detuvo ante un enorme árbol que tenía en su tronco un gran agujero. Cogió sus cosas y las colocó en el interior de aquel extraño árbol. Después… El joven vampiro se tumbó en el suelo, observó cielo y comenzó a pensar. En el momento en el que empezó a pensar en su mente se dibujó la pregunta “¿Te has parado a pensar que quizás yo quiera un vampiro en mi vida?”.

Les estaba sentada en su habitación. Sentada en su cama, con la mirada perdida y con las lágrimas deslizándose ya por sus mejillas. La muchacha no podía dejar de pensar en lo que había sucedido ante su puerta. No podía dejar de pensar en la pregunta que le había hecho a Ray antes de irse. Con todo lo sucedido había llegado a pensar que el vampiro no se había preguntado en ningún momento i ella quería toda aquella complicación. Les tenía claro que él fuese un vampiro. Le gustaba que aquello fuese tan complicado y que él fuese tan libre. Ella quería incertidumbre en su vida. Quería estar con Ray a pesar de lo que él pedía. Ella pensaba y pensaba. Pero por más que pensaba nada se aclaraba. Lo único que lograba era que el dolor de su pecho fuese en aumento. Les siempre supo que estar con Ray iba a ser algo muy complicado y lo había aceptado desde el principio. Sabía lo que Ray quería… Quería libertad y ella estaba dispuesta a dársela.

El vampiro seguía tumbado en el suelo viendo el oscuro cielo. Seguía pensando en aquella pregunta que le había desconcertado tanto. Él quería libertad y sentía que si seguía adelante con Les la perdería. Pero… Nunca se había parado a pensar si ella quería lo mismo. Quizás ella también quisiese libertad. Pero él había hecho lo que creía más acertado. Pero no podía sacarse aquella pregunta de la mente. ¿Les quería un vampiro en su vida?




viernes, 17 de febrero de 2012

Veneno

Veneno... Dulce elixir que con mi vida acabará.
Veneno... Ya estás recorriendo mi garganta y siento tu calor intenso recorriendo por dentro de mí.
Veneno... Ya estás recorriendo cada centímetro de mi cuerpo.
Veneno... Eres a penas perceptible pero sé que acabarás con todo este sufrimiento.
Veneno... Dulce elixir de la muerte.
Veneno... Pronto harás efecto.
Veneno... Acaba conmigo por favor.
Veneno... Te siento.
Veneno... Empiezo a sentir como acabas poco a poco conmigo.
Veneno... Haces que me duerma y que mis órganos se paralicen.
Veneno... Mi corazón comienza a paralizarse.
Veneno... Gracias por ofrecerme esta dulce ayuda.
Veneneo... Dulce elixir...

jueves, 16 de febrero de 2012

Escuela De Monjas: La Clase De Educación Sexual


La noche había pasado rápidamente para Úrsula y Aira. Con el agotamiento que habían alcanzado habían dormido plácidamente y sin despertarse hasta que sonó el despertador. El timbre despertó a ambas alumnas, las cuales todavía estaban completamente desnudas.

-      - Buenos días Aira – dijo Úrsula mientras se levantaba de su cama.

-      - Buenos días – respondió Aira algo dormida aún.

-    - ¿Qué te parece si nos duchamos juntas? Así no tardaremos tanto. Que ya es algo tarde y tenemos que ir a clase. –

Aira asintió con la cabeza y salió de su cama. Su compañera de pelo rojo la cogió de la mano y la llevó hasta el cuarto de baño. Úrsula abrió el grifo e hizo que el agua saliese por la ducha. Se metió en el pequeño hueco que formaba la mampara que rodeaba la ducha y con un gesto con la mano indicó a Aira que entrase con ella. La nueva colegiala entró y cerro tras ella la mampara para no mojar el cuarto de baño. Ahora ambas adolescentes estaban muy pegadas en aquel pequeño espacio y con el agua deslizándose sobre sus cuerpos. Úrsula cogió un pequeño bote de gel y echó una pequeña cantidad en su mano derecha. Dejó el bote en el mismo sitio del que lo había cogido. A continuación le dijo a su compañera:

-      - ¿Quieres que te lave yo? –

Aira asintió con un suave movimiento de cabeza y Úrsula comenzó a extender jabón por todo el cuerpo de la colegiala. Después Aira hizo lo mismo con ella. Se quitaron con el agua todo el jabón que había por sus cuerpos y salieron de la ducha. Una vez fuera se secaron con una toalla y se pusieron el uniforme del colegio. 

Tras haberse vestido las dos alumnas se dirigieron cogidas de la mano hasta el aula donde tenían clase. Entraron en la habitación y Aira vio a unas veinte chicas que iban vestidas igual que ella. Todas llevaban una mini falda roja con cuadros negros que al caminar dejaban ver parte de las nalgas de los traseros de las alumnas. También llevaban un top negro que en el pecho llevaban grabados los nombres de cada chica. Úrsula tiró del brazo de Aira, lo cual la sacó de sus impuros pensamientos, y la llevó hasta dos sillas que había libres. Las muchachas se sentaron y en ese momento apareció por la puerta del aula Resurrección con otra monja más. Las dos llevaban puestos los hábitos católicos habituales y se colocaron ante todas las atentas miradas de las alumnas.

-     - ¡Chicas! Atenderme por favor – dijo Resurrección con un alto tono de voz para llamar la atención de todas las alumnas.

Cuando todas las muchachas se habían callado y estaban mirando a las maestras, Resurrección continuó hablando.

-     - Bien chicas. Esta es la maestra Daina y será quien os imparta la clase de educación sexual. Y una vez hechas las presentaciones… Os dejo ya con ella y con su clase – Resurrección hizo un gesto a Daina para que comenzase la clase y a continuación abandonó el aula.

-    - Como ya os ha dicho Resu… Hoy os daré una clase de educación sexual. Mi misión hoy será enseñaros todo sobre vuestro sexo. Sois mujeres y debéis conocer a la perfección vuestro cuerpo. Si conseguís saber cómo daros placer luego podréis disfrutar con cualquiera. La clase será práctica… Por lo que os pido que os pongáis por parejas. –

Todas las alumnas hicieron lo que Daina les había dicho y se colocaron por parejas. Aira y Úrsula se pusieron juntas. La maestra esperó a que todas las parejas estuviesen perfectamente hechas para continuar hablando.

Escuela De Mojas: El Trío

Allí estaba Resurrección, observando cómo las dos colegialas se daban placer con total atención. Dio unos pocos pasos hacia el interior del dormitorio y observó desde un poco más cercas.
Las adolescentes estaban tan inmersas en la lujuria que no se habían dado cuenta de la presencia de otra persona en la habitación. Úrsula cada vez masturbaba a su nueva compañera con mayor intensidad y si ésta gemía más fuerte ella aumentaba la intensidad. Mientras le daba placer a Aira, recorría todas las partes de su cuerpo con su lengua.
 Resurrección no pudo resistir la excitación y con total sigilo caminó hasta el escritorio que había frente a la puerta y entre las dos camas del dormitorio. Se subió sobre la mesa, abrió un poco las piernas y dejó que su mano derecha se perdiese entre ellas. La maestra tan sólo llevaba un top igual al de las colegialas y una falda bajo la cual no llevaba ropa interior.
Las alumnas se percataron de la presencia de la monja por los gemidos que ésta emitía mientras se masturbaba viéndolas. Aira y Úrsula se levantaron de la cama estando completamente desnudas las dos y caminaron hasta la mesa dónde se encontraba Resurrección. Se arrodillaron ante las piernas de la maestra y observaron desde muy cerca como sus dedos entraban y salían de su vagina. Mientras observaban empezaron a acariciar las piernas de la monja para que ésta se diese cuenta de la presencia de las dos alumnas. Resurrección abrió los ojos, ya que los tenía cerrados debido al profundo placer que estaba sintiendo. Al abrir los ojos vio a las dos muchachas completamente desnudas, mirándola con ojos lascivos y acariciándola. La monja cogió la cabeza de la alumna pelirroja y la colocó ante su sexo y dijo:
-      Lame. –
La colegiala obedeció a su maestra sin emitir ninguna queja. Mientras, la profesora hizo que Aira se colocase sobre la mesa en la misma posición en la que ella estaba. Cogió la mano izquierda de Úrsula que estaba sobre su pierna derecha y la llevó hasta la vagina de la otra muchacha. Hizo que la mano de Úrsula entrase en la vagina de su compañera. Así la pelirroja estaba dando total placer a ambas mujeres y las oía gemir con cada movimiento que hacía.
La situación permaneció así durante tres horas. Aquella lujuriosa situación dio fin cuando del sexo de Resurrección comenzó a fluir líquido que iba hasta la boca de la colegiala, lo que indicaba que estaba teniendo un orgasmo. Un orgasmo que las tres mujeres experimentaron a la vez debido a la intensa excitación del momento. Después de tanto placer las alumnas se fueron a sus camas y la maestra se dispuso a abandonar la habitación, pero antes de hacerlo dijo:
-      Mañana por la mañana habrá una clase de educación sexual. Y será práctica. Os aconsejo que descanséis bien esta noche… -
En cuanto acabó de decir la frase salió por la puerta abierta del dormitorio y desapareció por el lado derecho del pasillo.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Dulce Sangre

Ser de la noche. En eso me he convertido. O más bien... En eso me han convertido. Al principio me costó aceptarlo. No podía creerme que estuviese muerto, pero así era y cuanto antes lo asumiese mejor. Asumí que estaba muerto y que mi vida cambiaría drásticamente. Mis prioridades ahora debían de ser otras si lo que quería era seguir siendo algo. Ya no me importaba ser un ser frío y despiadado. Lo único que ahora importaba y lo que siempre me importaría... Sería conseguir sangre. ¡Oh! Ese líquido rojo que cuando eres humano no te gusta. Ese líquido rojo que se ve tan dulce cuando se desliza por el cuello de un humano. Ese líquido rojo que veo fluir en las venas de todos los humanos que a mi paso me encuentro. Sangre... Dulce sangre... La necesito. Sólo pensar en ella me provoca una excitación que estando vivo nunca había sentido.

Necesito salir a cazar. Necesito beber sangre. Tengo que salir y buscar una víctima....


martes, 14 de febrero de 2012

Les Y Ray (2ª Parte)


Era lunes y ya habían pasado tres desde lo sucedido con Ray. Les apenas comprendía lo que había pasado y le había dado muchas vueltas. La joven había averiguado el motivo por el que Ray era tan frío y extraño. El d,ia que hicieron el amor ella advirtió que el muchacho tenía un extraño interés por el líquido rojo que corría por sus venas y ese interés sólo podía tenerlo una criatura. Les estaba convencida de que Ray era un vampiro pero también estaba convencida de que aquel pensamiento era una locura. Una locura en la que no podía dejar de pensar. Ray siempre le había gustado y sin duda lo que más le gustaba de él era aquella extraña actitud que tenía, pero el pensar que podía ser una criatura de la noche hacía que le amase mucho más.

Mientras Les pensaba en todo eso se había estado preparando para ir al instituto. Continuó pensando a la vez que abandonaba la casa y se ponía en camino al centro de estudios. Les no dejaba de pensar en que vería a Ray en clase y no sabía cómo actuaría al verle después de lo sucedido hacía tres días. Sin saber cómo el extraño estudiante había aparecido en su cuarto y se había acostado con ella casi sin hablar, justo cómo ella había soñado pocos minutos antes de que aquello sucediese. ¿Cómo podía reaccionar al volver a verle después de aquello? Eso fue lo último que a joven Les pudo pensar porque en el momento en el que esa pregunta se dibujó en su mente ya estaba entrando por la puerta del instituto. Dios unos pocos paso y vio a Ray.

Allí estaba él. En la misma postura en la que lo había visto en su cuarto. Tenía su espalda apoyada contra la pared, con su brazo derecho alzado, la mano apoyada en el marco de la puerta de una de las aulas y en su brazo izquierdo sostenía una carpeta. Les le observó a lo lejos y cuando pasó ante él bajó la cabeza y fingió que no le había visto.

-      - ¿Ahora me ignoras, Les? – dijo Ray mirando fijamente a la joven y con un tono de voz que hizo que todo el cuerpo de la chica se estremeciese.

-      - Perdona, Ray. No te había visto… - respondió ella con la mirada todavía clavada en el suelo.

-      - No finjas. Sé que me habías visto. Pero es normal tu reacción. ¿Qué te parece si faltamos a clase? Tengo ganas de volver a probarte. –

-     -  Bueno… Vale… -

Ray comenzó a caminar hasta la puerta del centro escolar y Les le seguía lentamente desde unos metros más atrás. Caminaron hasta el jardín que había situado en la parte trasera del instituto. Una vez allí el muchacho tiró su carpeta sobre la hierba y después se tumbó é. Les llegó unos pocos minutos más tarde al lugar y se sentó al lado derecho de Ray dejando un hueco entre ello, ya que a ella le ponía muy nerviosa tenerle cerca. La joven le miró disimuladamente y vio que él la estaba mirando sin ningún tipo de disimulo.

-      - ¿Te acuesta conmigo y ahora no me diriges la palabra? –

-      - Lo siento. Es que… No sé muy bien cómo actuar… Y tampoco cómo pensar… -

- - Les… sé lo qué piensas sobre mí y aunque te parezca una locura es completamente cierto. –

Ella no pudo responder a eso, pero tampoco tuvo que hacerlo. Sin darse cuenta Ray se había acercado más a ella y al ver que ella no respondía la había agarrado por la cintura y la había besado. Besado… Allí estaban, besándose otra vez y el cuerpo de les sufría un increíble calor interno. Cada vez que sentía los labios de aquel extraño joven todo su cuerpo se estremecía, un fuerte calor interno surgía de dentro de ella, todo lo que pasaba a su alrededor dejaba de existir y su corazón palpitaba aceleradamente. Y todo aquello que sentía hacía que no quisiese que aquel beso se acabase. Pero se acabó. Ray se separó muy lentamente y deslizó su mano fuera de la cintura de la chica. Se miraron fijamente durante unos minutos. Después Ray volvió a besarla. Luego le apartó el pelo del lado izquierdo del cuello, se colocó sobre ella y la mordió.


lunes, 6 de febrero de 2012

Les Y Ray


Les estaba enamorada de él desde hace mucho tiempo. Amaba a aquel extraño chico que apenas le hablaba. Les sabía que Ray era un chico muy serio y al que le costaba mucho sonreír. Pero aquel pelo negro con mechas verdes que siempre le tapaba un ojo, aquellos ojos verdes, aquel tatuaje de un dragón que siempre se veía asomar por su cuello, aquellos tres pendientes en el labio inferior y aquella piel tan pálida la volvía loca. Ella siempre pensaba en él, pero nunca podía haber imaginado lo que le iba a pasar.

La joven Les regresaba a casa después de un duro día en el instituto. Caminaba con paso rápido. Estaba deseando llegar a casa.

Veinte minutos, ese fue el tiempo que tardó en llegar a su hogar. Cuando entró en la casa se dirigió directamente a su dormitorio, sin antes comprobar si estaba sola o si sus padres ya habían llegado. Entró en su habitación y cuando estaba a punto de tumbarse en la cama, algo cerró la puerta. Les se dio la vuelta rápidamente, asustada por el golpe. Entonces vio que la puerta la había cerrado alguien. Era Ray. Allí estaba, de pie, junto a la puerta con los brazos cruzados. Él había cerrado la puerta. Ray comenzó a caminar. Se puso ante Les. La  miró fijamente. Pasó su mano izquierda a modo de caricia por la mejilla de la sorprendida chica y aproximó su cara hacia él. La besó. Hizo que sus labios se fundiesen en un apasionado beso. A continuación la tumbó sobre la cama y empezó a besarle el cuello. Desabrochó la camisa de la muchacha e hizo que sus labios se deslizasen hasta el pecho de Les.

Un ruido muy fuerte sonó en la calle. Les se levantó de la cama alterada y se asomó a la ventana. El choque de dos coches había sido lo que había provocado el ruido, que a pesar de lo intenso y sonoro no era nada grave. La joven se giró dispuesta a volver a la cama, pero allí estaba él. Ray estaba observándola apoyado junto a la puerta con los brazos cruzados. Les acababa de soñar con aquella situación pero estaba segura de que ese momento era real. Estaba despierta y veía como poco a poco Ray se iba acercando a ella. Se aproximaba y si todo era como en su sueño debía besarla. Y así fue, se fundieron en un intenso beso. Se tumbaron en la cama, él estaba sobre ella, besándole el cuello y desabrochándole la camisa con la mano izquierda. Los labios de Ray habían ido bajando y ahora besaban el pecho de Les. Los besos se convirtieron en pequeños mordiscos y poco a poco la joven sintió que algo se clavaba en su pecho. Observó y vio que Ray le había clavado los colmillos en el pecho provocándole sangre, lo cual el extraño chico chupaba entusiasmado. Chupó hasta que dejó de salir sangre. Miro a Les con la boca inundada en líquido rojo. Sus colmillos estaban muy afilados. Les comprendió porqué el joven que amaba era tan extraño.


domingo, 5 de febrero de 2012

Escuela De Monjas: Compañeras De Habitación

Tras escuchar el consejo de la maestra católica, Aira abandonó el despacho. Comenzó a caminar por el pasillo y a buscar su habitación. A su alrededor veía a todas las alumnas en sus dormitorios con los pijamas del centro ya puestos. Gracias a la extraña norma de que las puertas debían estar siempre abiertas podía ver todo cuanto sus compañeros hacían.

Continuó caminando fijándose en los números de las habitaciones y por fin encontró la suya. Habitación 303. Tras comprobar el número dio un pequeño paso hasta el interior del dormitorio. Se quedó quieta y observó. Las paredes del cuarto estaban pintadas de un rosa pálido. En la pared que había al lado derecho había una cama con el edredón del mismo color que la pintura de la pared. En la pared del lado izquierdo había otra cama exactamente igual. En la pared situada frente a la puerta había una enorme ventana y bajo ella un escritorio de madera. Aira dio otro paso más al interior y observó que frente a la cama del lado izquierdo había un pequeño cuarto. La joven dedujo que era el cuarto de baño.

En ese momento esa puerta se abrió y apareció una muchacha preciosa. Era una chica con el pelo muy largo, liso y de un color rojo muy intenso. Su tez era de un tono miel, sus ojos azules como el cielo. La colegiala llevaba puesto un pantalón corto que le quedaba a la mitad del muslo. La prenda era blanca y en la pierna derecha tenía gravado el nombre de la escuela “Amigas Del Alma”. El pantalón era la única prenda que llevaba, aunque el largo pelo de la joven tapaba sus exuberantes pechos. Aira la miraba con asombro.

-      - Tú debes de ser Aira. Resurrección me dijo que vendrías hoy – dijo la alumna mientras caminaba para salir del cuarto de baño.

-      - Sí, soy yo. ¿Tú eres Úrsula? –

-     -  Así es. Mi cama es la de la derecha. –

-      - Está bien. Entonces voy a instalarme. –

Úrsula se dirigió a su cama y cogió un top que había sobre ella. Se apartó el pelo dejando ver sus pechos y se puso la prenda de vestir. El top era de color blanco y a la altura del pecho ponía el nombre de la chica.

-     - Tienes unos pechos muy bonitos – dijo Aira con la mirada todavía clavada en los senos de su compañera.

La nueva alumna no había podido evitar ver los pechos de Úrsula cuando esta se había apartado el pelo y, entonces, recordó el consejo que su maestra le había dado.

-      - Muchas gracias. Espero poder ver los tuyos cuando te cambies. Tu pijama está sobre tu cama. –
 
Aira se dirigió a su cama, que era la situada en la pared izquierda de la habitación visto desde la puerta. Observó y vio que sobre el edredón estaban todas sus cosas. Allí estaban las pocas maletas que sus padres habían hecho enviar al centro  y también toda su ropa escolar. Se sentó en la cama y se quitó la camiseta. Se volvió a poner de pie y se quitó la falda que llevaba puesta. Bajo la camiseta no llevaba sujetador, por lo que sus pechos quedaron a la vista de su compañera y bajo el pantalón llevaba un tanga muy fino. Cogió su pijama blanco de la cama y se lo puso bajo la atenta mirada de Úrsula. Una vez se lo había puesto se dio cuenta de que, al igual que el de su compañera, el top llevaba gravado en el pecho su nombre.

-    - Tú también tienes unos pechos muy bonitos – le dijo Úrsula mientras se levantaba de la cama. 

-     - Gracias. Oye, la distribución de los muebles… ¿cómo va? Lo digo para saber dónde poder guardar mis cosas – preguntó Aira algo desconcertada por el comentario de su compañera de cuarto.

-     - El mueble del lado izquierdo está completamente vacío. Así que ese será el tuyo. Pero si no te llega en mi mueble, que es el del lado derecho, todavía hay sitios libres – respondió Úrsula poniéndose tras la nueva alumna.

Úrsula rodeó con sus brazos a Aira desde la espalda. Le apartó el lardo y rizo pelo negro cual carbón del cuello a su compañera y comenzó a darle pequeños mordiscos por todo el lado derecho del cuello. Aira se quedó paralizada, no comprendía el comportamiento de Úrsula. Pero la joven pelirroja seguía mordiéndole el cuello y eso excitaba mucho a la nueva alumna. Úrsula con un movimiento suave de brazo giró a Aira y la puse frente a ella. Ahora estaban cara a  cara y mirándose fija e intensamente a los ojos. La empujó y Aira calló sobre la cama. La compañera de cuarto se acercó al mueble del lado derecho y de uno de los cajones sacó algo. Aira no pudo ver que era. La pelirroja se aproximó de nuevo a la cama y se puso encima de su nueva compañera de habitación. La besó y comenzó a acariciarle la pierna con el objeto que había cogido del mueble. Por el contacto de su piel con el objeto, Aira pudo saber que era algo metálico, alargado y cilíndrico. Úrsula dejó de besarla y se levantó, quedándose sentada sobre la cintura de Aira. La joven le enseñó el objeto que llevaba en la mano. Era un consolador. Aira se excitó. Un profundo calor surgió dentro de ella y supo que en aquella habitación esa noche iba a haber sexo.

La colegiala de pelo rojo dejó el metálico consolador sobre la cama, en el lado izquierdo de su compañera y después le bajó los pantalones blancos del pijama del centro. Aira no opuso resistencia. Ella quería que su compañera la desnudase. Una vez Úrsula dejó en tanga a la nueva alumna, volvió a coger el objeto cilíndrico con la mano izquierda, con la mano derecha apartó el fino tanga de encaje negro e introdujo en la vagina de Aira el consolador. Poco a poco lo movió de dentro a fuera para dar placer a su compañera.

Aira disfrutaba como nunca lo había hecho. Úrsula la estaba masturbando de una manera que la excitaba especialmente y mientras lo hacía le mordía todas y cada una de las partes de su cuerpo. La nueva alumna veía el culo de su compañera, ya que para masturbarla se había puesto a cuatro patas entre sus piernas y ella estando tumbada veía como el culo en pompa se movía con cada embestida del consolador. Mientras observaba el espectacular cuerpo de la pelirroja y mientras se bañaba en un intenso mar de placer, vio que alguien aparecía por la puerta del dormitorio.

Era Resurrección, la maestra de biología.