lunes, 31 de diciembre de 2012

Escuela De Monjas: El Hombre Misterioso


- Tranquila Aira, sólo voy a darte verdadero placer. Es hora de que sepas lo que es realmente el placer y yo te lo voy a demostrar – dijo una voz masculina mientras le tocaba la vagina y le susurraba al oído esas palabras.

- ¿Quién eres? – preguntó la muchacha con voz algo temblorosa. Estaba asustada.
- Mi nombre es Labán. Sé que ahora mi nombre no te sonará, pero tranquila. Pronto descubrirás quien soy realmente. – 
En ese mismo momento Aira sintió algo deslizándose por dentro de su vagina. Pronto se dio cuenta de lo que estaba pasando. El misterioso hombre llamado Labán le acababa de introducir su pene. El hombre no dejaba de moverse y Aira no podía negarlo, ni ocultarlo más. Estaba disfrutando.

Recuerdos aparecieron en la mente de la alumna. Recuerdos que la golpeaban sin cesar en su mente. En su cabeza se dibujaron las imágenes de aquellos chicos, los chicos con los que siempre se junta y por los cuáles había acabado allí. Recordaba cómo había sido la primera vez, la vez que perdió la virginidad. Lo que estaba sintiendo en ese momento con Labán, le recordaba intensamente a lo que sintió en aquel entonces. 

Labán continuaba penetrando a la joven alumna, sin darse cuenta de lo distraída que se encontraba ella, sin apreciar que los gemidos de su amante ya no se escuchaban. Aira estaba demasiado ocupada en sus pensamientos y a penas se daba cuenta de lo que estaba pasando. 

Él seguía y seguía. Jadeaba como un loco, sin importarle nada más que su placer. Se encontraban en aquel armario donde cualquiera podía escucharles, pero a él parecía no importarle. Seguía y seguía. Pero entonces aquello llegaba a su fin, Labán comenzó a chorrear semen en el interior de la vagina de Aira, lo que hizo que ella volviese en sí y dejase de lado aquellos recuerdos para volver a su momento de sexo. 

Aira no pudo evitar estremecerse de placer al sentir todo aquel líquido derramándose por su interior. Dejó de lado sus pensamientos y cuando Labán parecía que había acabado de correrse, ella se separó de él, se giró y se puso de rodillas en el suelo de aquel pequeño armario. Agarró con su mano derecha el pene de aquel chico que acababa de conocer, acercó su boca y con suma suavidad comenzó a chuparlo. Con cada jadeo de Labán ella aumentaba la velocidad con la que le chupaba el pene. Él disfrutaba, le costaba mantenerse levantado con tanto placer que estaba sintiendo. 

Y fue entonces cuando de pronto la puerta de aquel pequeño armario se abrió y la luz inundó aquel reducido espacio. Aira  no dejó de chupar el pene de Labán mientras observaba a la persona que había abierto la puerta, era Resurrección. La cuál sólo llevaba puesto un tanga de encaje de color verde. Nada más, no llevaba nada más que aquello. Y ahora ya estaba introduciendo su mano por dentro de aquel pequeño pedazo de tela. Resurrección entró en el reducido armario y tras ella cerró la puerta. Mientras Aira continuaba chupando el pene de aquel misterioso hombre y ahora tenía a su lado a Resurrección que no dejaba de masturbarse.

La maestra comenzó a lamer el pecho de Labán mientras no sacaba la mano de dentro de su tanga y mientras éste ya empezaba a correrse en la boca de la alumna. Cuando Aira ya tenía inundada la boca en semen, ésta se levantó y comenzó a besarse con su maestra, la cual no dejaba de lamer el líquido blanco que se deslizaba por la boca de la muchacha. Labán se estaba excitando de nuevo al ver aquella imagen y comenzó a acariciarlas a las dos mientras su pene volvía a ponerse erecto.