miércoles, 29 de septiembre de 2010

Lujuria

Se la llevó a su habitación. El cuarto estaba situado en el sótano de aquella antigua iglesia. Estaba muy oscuro. Entraron y él encendió unas cuantas velas que dejaron el lugar en penumbra. Cerró la puerta y sonrió a la chica. Fue aproximándose poco a poco a ella, hasta que ambos cayeron en la cama que había situada al fondo de la habitación. Comenzó a besarla. Le mordisqueó las orejas, lamió su cuello y deslizó su lengua hasta el pecho. Se quitó la camiseta y se tumbó sobre ella. Continuó lamiendo el cuello y le susurró al oído: “necesito sangre”. Ella no pensó, sólo respondió: “tómala”. Clavó los colmillos en la sensual garganta. Notó dos pequeños pinchazos. La sangre comenzó a brotar. Chupó el líquido hasta que la voz de la joven hizo que parase. “Quiero ser como tú, conviérteme”. Cogió de su mesilla de noche una pequeña pero afilada daga. Se hizo un leve corte en el cuello y esperó a que la sangre comenzase a caer. Aproximó la boca de su amada y ella empezó a chupar. Poco a poco fue sintiendo el cambio. Podía sentir como sus colmillos aumentaban afilados. Ambos estaban sumergidos en el placer que aquello les provocaba. Mutuamente se absorbieron la sangre.
Sintieron dolor. Algo estaba atravesando el corazón de ambos. No se habían dado cuenta de la presencia del cura. Los habían cogido. El cura había clavado una estaca por la  espalda del chico y estaba atravesando el corazón de ambos. La pareja murió prácticamente al instante.

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

lunes, 27 de septiembre de 2010

La Historia De Akane Olzon

Me llamo Akane Olzon y hoy os voy a contar la historia de mi vida. Todo dio comienzo un 23 de marzo del año 1991, ese día nací yo, en una pequeña ciudad llamada Byetar. Desde muy pequeñita mostré un tipo de comportamiento bastante agresivo y cambiante. En el colegio me relacionaba poco y pegaba a mis compañeros de clase. Con el tiempo aprendí que si me hacía daño a mi misma podía canalizar mi ira y de ese modo no hacía daño a los demás. Con seis años un compañero de clase me enfureció tanto que le di un puñetazo y le provoqué una grave lesión en el labio inferior. Este acto hizo que casi me expulsasen del colegio, pero no fue así. A los ocho años de edad, cuando jugaba en una pequeña asociación de vecinos de mi barrio, conocí a un niño con el que comencé a llevarme muy bien desde el primer momento. Él era un par de años mayor que yo y hacía poco que se había mudado a la ciudad, venía de una ciudad lejana llamada Polum. Todas las tardes iba a jugar con él y a mis padres eso les gustaba porque decían que mi comportamiento había mejorado desde que estaba con él. Pasó un año y conocí a cuatro chicos más. Eran amigos de él y se habían mudado también a Byetar. Sus padres habían sido trasladados a la ciudad al trasladarse también la fábrica en la que trabajaban. Sin darme cuenta estaba formando parte de una pequeña pandilla formada por mí y cinco chicos más, sus nombres eran Scott, Jhonn, Byron, David y William. Con el tiempo nos fuimos juntando con otros chicos del barrio, algo que fue un gran error y que formaría parte de la parte oscura de mi vida.
El tiempo pasó y con doce años de edad continuaba saliendo con mis cinco amigos, pero ahora también estábamos con los chicos malos del barrio. A una edad tan temprana me vi influida por ellos y metida en el mundo de las drogas. Siendo tan joven fumaba, consumía heroína, cocaína y demás sustancias. Con catorce años de edad perdí la virginidad sin ser apenas consciente por encontrarme drogada en ese momento. Durante esa época conocí a un chico llamado Alejandro el cual abusaba de mí cuando no era consciente de mis actos. No soportaba que abusase de mí y así me di cuenta de que lo que estaba haciendo no estaba bien. Hablé con mis cinco amigos de toda la vida y decimos que los seis debíamos dejar las drogas. Con mucha fuerza de voluntad logramos escaparnos de ese mundo, aunque no fue fácil hacerlo. Dejamos de lado aquellas amistades y comenzamos a escribir una nueva página del libro que forma nuestras vidas.
Conocía a nuevas personas en el instituto y tuve otro nuevo grupo de amigos, pero sin dejar de lado a mis cinco compañeros. Pronto comenzaría mi primera relación sería y estable con un chico. Esa relación finalizó cuando yo tenía 17 años tras un largo tiempo. Dio comienzo así otra etapa difícil de mi vida. Me vi sola, pues la mayoría de los que creían mis amigos no lo eran. Solamente estaban conmigo porque era la novia de su amigo. Me vi sola, aunque con el apoyo de mis cinco amigos, mi grupo de siempre, el de toda la vida. Con su ayuda comencé otra nueva página. Al comenzarla olvidé todo lo malo de mi pasado. Olvidé mis tres intentos de suicidio, los cuatro intentos de violación realizados por un viejo amigo y la desastrosa y larga relación que había tenido. Seguí adelante con mis estudios y fui conociendo a gente. Formé un grupo con mis cinco amigos, un grupo del que nadie en mi vida salvo ellos conocería su existencia. Durante el curso se me fue diagnosticada una enfermedad mental que haría que mi vida se complicase más aún y que provocaría un cuarto intento de suicidio.
A los dieciocho años de edad daría comienzo un largo capítulo de mi vida que contendría muchas partes buenas y una trágica historia. Intentaré contárosla con todo detalle y con un orden cronológico correcto. A esta edad conocería a la que, actualmente, es mi mejor amiga. Nos conocimos a través de una amiga que ambas teníamos en común. Con el tiempo nos empezamos a llevar muy bien y nos dimos cuenta de la cantidad de cosas que teníamos en común.  En el instituto estaba siendo un buen año y estaba con gente con la que me llevaba muy bien. Mi problema mental mejoraba y mi vida amorosa iba genial. Tenía un novio del que creía estar enamorada, pero con el tiempo su comportamiento posesivo me haría darme cuenta de que realmente estaba enamorada de otra persona. Me había enamorado de un gran amigo, alguien con el que siempre estaba. Durante el verano recibiría una noticia que me impactaría mucho. Mi padre me contaría que durante el matrimonio había tenido una relación con otra mujer de la cual había salido un hijo y ese hijo era Alejandro, un viejo amigo de la etapa oscura de mi vida. Un viejo amigo que había intentado violarme en cuatro ocasiones y que en ese momento se encontraba en la cárcel. Me costó asimilar la noticia, pero el buen momento que estaba viviendo me ayudó. Tenía una gran amiga, había encontrado el amor, tenía a mis amigos de toda la vida y un nuevo grupo de amigos. Nada podía ir mejor. El año pasó rápido y con ello llegaron ya los diecinueve años. El nuevo año comenzó con muy buen pie. Dio comienzo con una gran fiesta en la que estaría con mi mejor amiga y en la que conocería a nuevas personas. Un nuevo curso de comienzo y con ello volver a ver a mis compañeros. Mi mejor amiga se iría de Byetar a estudiar en otra ciudad, mi grupo secreto empezaría a ensayar con más frecuencia y conocería a grandes personas.
Tras las vacaciones de navidad y tras dar la bienvenida al nuevo año comenzaría algo en mi  vida. Dejé atrás mis sentimientos de amor y conocí a nuevos compañeros de clase. Entre los cuales encontré a un grandísimo amigo. Volví al instituto después de las vacaciones con más fuerza que nunca y dispuesta a conseguir todo cuanto me propusiese. Comencé a sentir extrañas sensaciones y descubrí que podría ser bruja. Muchas de mis sensaciones se hacían realidad y eso me llevó a sentir muchas malas cosas, como muertes. Comencé a llevarme muy con el chico en el que llevaba mucho tiempo fijándome, uno de mis mitos eróticos del instituto. Mi relación con él acabó en un pequeño lio y yo me enamoraría de él. Con mi mejor amiga todo iría genial. Se puede decir que viví un gran momento, hasta que algo ocurrió. Tras meses de sentir una extraña sensación, una semana antes de mi decimonoveno cumpleaños murió mi tío. Una persona muy querida por mí y, con esto, empezaría una serie de tragedias en mi vida. Poco después de esta gran pérdida y tras creer que me estaba recuperando del golpe, me dieron la noticia de que Alejandro había salido de la cárcel. Tenía miedo. Él lo conocía todo sobre mí y había intentado violarme en cuatro ocasiones. Me asusté, pero el tiempo pasó y no ocurrió nada. Olvidé que estaba libre. Todo continuaba adelante, pero se acabaría. Una noche me encontré con él y logró su objetivo. Me violó mientras me decía que me amaba. Tras la denuncia él fue asesinado en un tiroteo con la policía. Creí que se acabaría así la pesadilla, pero me equivoqué. Las consecuencias llegaron. Mis pruebas médicas realizadas tras la violación rebelarían que me había quedado embarazada. No sabía qué hacer. Dentro de mí había un ser que había sido engendrado por la persona que más odio en mi vida, yo estaba enamorada de un chico genial y no sabía si contarle lo que me pasaba. No sabía que debía hacer, si tener al bebé o no. Era demasiado joven como para ser madre, pero tomé una decisión.
Ahora tengo veintitrés años y un niño de cuatro años maravilloso. Sí, tomé la decisión de tener al bebé. Creí que él no  tenía la culpa de lo que había sucedido y de que su padre actuase como no debía. Él no debía pagar por aquello, merecía vivir. Estoy sola, pero le tengo a él, mi precioso niño que es lo que me da fuerzas para continuar cada día adelante. Mi grupo secreto con mis cinco amigos de toda la vida dejó de ser secreto y comenzó a dar conciertos. Ahora ya vamos por nuestro quinto disco y continuamos dando conciertos. Ya no vivo en Byetar, mi ciudad natal. Me mudé hace dos años a Polum junto con mi hijo y mi grupo musical. Vivo en una gran casa con mis cinco amigos, los cuales me ayudan con el cuidado de mi pequeño. Además de trabajar como cantante del grupo también trabajo como psicóloga y colaboro con una asociación que ayuda a las chicas que han sido violadas. Después de muchas páginas oscuras en mi vida me di cuenta de que si continúas adelante es posible transformarlas y convertirlas en páginas de luz. Por eso he decidido no rendirme y luchar, algo que también le enseño a mi hijo. Y esta es, en resumidas cuentas, las historia de mi vida.

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

Espíritus

Estaba tumbada en la cama, sin hacer nada. Era de noche y me encontraba totalmente a oscuras encerrada en mi habitación. Tan sólo estaba tumbada, mirando al techo, sin pensar en nada en concreto. Todo estaba en silencio. Mis ojos comenzaban a cerrarse poco a poco, el sueño me estaba invadiendo. Estaba casi dormida cuando sentí algo muy extraño. Algo me estaba tapando la boca y me inmovilizaba por completo en mi cama.  Abrí los ojos y estaba sola, pero seguía sin poder moverme. No había nadie allí y, sin embargo, yo sentía como una mano caliente me tapaba la boca. No podía moverme y no sabía qué hacer. Pensé y entonces recordé. “Si me relajo se desvanecerá”, esas palabras aparecieron en mi mente. Lo hice. Me relajé. Traté de olvidar aquella presencia y aquella sensación de inmovilidad. Conseguí relajarme y todo aquello desapareció. Encendí la luz y observé con detenimiento toda mi habitación. Buscaba algo, no sabía el qué, pero buscaba y esperaba encontrar algo en mi habitación. Como es normal, no encontré nada. Mi habitación continuaba igual que siempre, igual que como todos los días. Mi mente no dejaba de buscar una explicación a lo que acababa de suceder. Se me ocurrían muchas razones para lo que acababa de suceder. Podía ser una situación sobrenatural en que un espíritu había intentado ahogarme.  Esa era la explicación que con más fuerza se dibujaba en mi mente, pero tenía que haber algún tipo de explicación racional. Quizá había sido un sueño y yo creía estar despierta. Esa era la explicación más racional que lograba mi mente. Dejé de pensar y volví a apagar la luz. Me tumbé y continué mirando al techo, pero esta vez sí pensaba. No podía dejar de pensar en lo que me había sucedido hacía unos minutos.
Continuaba pensando y de nuevo sentía algo extraño en mi habitación. Sentía una extraña presencia, sentía que algo estaba dentro de mi habitación. Me levanté y me senté en la cama. Quería averiguar qué era lo que estaba pasando y ahora era consciente de que estaba totalmente despierta.
Esperaba que eso que había en mi habitación se acercase a mí. Permanecí sentada en la cama y no me moví.  Pasaron quince minutos y allí seguía yo, sentada y esperando. Pasaron diez minutos más y, entonces, pasó todo. De pronto algo se iluminó en mi habitación. Había una potente y limpia luz blanca delante de mi cama. Me froté los ojos creyendo que estaba alucinando, pero continuaba allí. La luz se fue desvaneciendo y poco a poco fue apareciendo una figura. No distinguía lo que era aquella figura, pero se estaba aproximando a mí. Se sentó en mi cama, muy cerca de donde me encontraba yo. La figura se hizo cada vez más clara y por fin logré ver que era. Allí sentada, allí estaba. Era una mujer joven y muy hermosa. Me miró y entonces habló:
-          Tienes que ayudarme. Algo va a suceder. Vais a morir todos a manos del espíritu de mi marido. Tienes que ayudarme a encontrarlo antes que salga la luz del sol o será demasiado tarde. -
Me desperté. Me levanté totalmente asustada por el sueño que acababa de tener. Había tenido un sueño muy extraño, pero tenía la sensación de que todo había sido real. Salí de mi habitación y bajé las escaleras. La casa estaba en silencio y en la cocina no había nadie, lo cual era muy extraño. Subí  de nuevo las escaleras y fui a la habitación de mis padres. Encendí la luz y comenzó el horror. La habitación estaba llena de sangre y en la cama se encontraban los cuerpos sin vida de mis padres. Salí corriendo de allí y me dirigí a la habitación de mi hermano. Lo que vi allí fue peor. Mi hermano estaba en el suelo y a su alrededor se encontraban todos sus órganos. Huí y bajé corriendo las escaleras. Salí de la casa y sentí una punzada en el pecho. La sangre comenzó a brotar y me desvanecí.

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

Delirante Comportamiento

Era un día normal. Era viernes y Ángela estaba en clase, deseando que llegase a su fin para salir con todos sus amigos por la noche. Ella se encontraba mirando por la ventana y no dejaba de abrir y cerrar su bolígrafo cuando la campana sonó. Recogió rápidamente sus cosas, salió de clase y se dirigió a la puerta continúa a la de su clase. Allí se encontró con una amiga. Bajaron las escaleras y se fueron a cenar juntas. Mientras cenaban todo comenzó…
Ángela y su amiga Zoe se encontraban cenando en un bar cercano a su instituto. Zoe estaba preocupada porque el comportamiento de su amiga estaba empezando a resultar un tanto extraño. Ángela había pasado de ser una chica callada a no dejar de hablar y a no poder parar quieta ni un minuto. No dejaba de moverse.
-          Ángela, ¿estás bien? –
-          Sí, ¿por qué? –
-          Estás muy rara, no dejas de moverte. ¡Para ya! Me estás poniendo nerviosa.-
-          No puedo parar. Necesito moverme. –
Las chicas acabaron de cenar, pagaron la cuenta y se fueron del local. Se pusieron en camino al local en el que había quedado por la noche con sus amigos. Empezaba a oscurecer y Ángela continuaba rara. Mientras caminaba no dejaba de dar saltitos y no dejaba de hablar ni un solo minuto.
Llegaron al local y entraron. Allí se encontraron con algunos amigos. Se acercaron a ellos, pidieron algo de beber, aunque sin nada de alcohol, y disfrutaron de la compañía de sus amigos. Parecía una noche normal, pero el extraño comportamiento de Ángela acababa de empezar…
Se encontraban en una mesa, charlando, cuando de pronto Ángela se levantó de la silla y se dirigió a la barra. Zoe la observó extrañada y pensó que iría a pedir algo más de beber. Mientras pensaba pudo ver como su amiga se subía a la barra del bar y comenzaba a bailar. Ángela estaba bailando y estaba comenzando a quitarse la ropa mientras tonteaba con los chicos que había allí. Zoe estaba sorprendida por la forma de actuar de su amiga y sus amigos se habían aproximado a ella para seguirle el juego. Ángela estaba casi desnuda, sólo llevaba puesta la ropa interior, cuando se arrodilló en la barra, se aproximó a uno de sus amigos, le agarró la cabeza y lo besó. Luego hizo lo mismo con todos los chicos que estaban próximos a ella. Zoe no podía soportar el espectáculo que estaba montando su amiga por lo que decidió salir del bar. Cuando salió se encontró fuera con el mejor amigo de Ángela, Breogan, y le contó todo lo que estaba pasando. Breogan no daba crédito a lo que Zoe le estaba contando y decidió entrar para comprobarlo por sí mismo.
Breogan entró en el local y allí estaba ella, semidesnuda e insinuándose a todo chico que se le acercase. Se acercó a ella e intentó hacerla entrar en razón pero Ángela no le escuchaba. Breogan salió del bar y le pidió a Zoe que entrase con él para que intentase hacer entrar en razón a su amiga. Ambos se aproximaron a la barra. Ángela se quedó quieta y los observó. No pestañeaba, no se movía, no hacía nada. De pronto, miró atónita a su alrededor, observó su cuerpo y fue consciente de lo que estaba pasando. Se asustó. Cogió su ropa de la barra y salió corriendo. Entró en los baños, cerró la puerta y sentó en el suelo donde se sumergió en el llanto.
-          Ángela, ¿qué ha pasado? ¿Por qué has actuado así? –
-          No lo sé, Zoe. No recuerdo nada de lo que ha pasado, no recuerdo lo que he hecho. –
Ángela a penas pudo acabar la frase. Se desvaneció en el suelo mientras hablaba.
-          ¡Breogan! ¡Corre! ¡Ven! ¡Breogan! ¡Por favor! –
-          ¡Zoe! ¿Qué pasa? –
-          Es Ángela, se ha desmayado. –
Breogan se acercó a toda prisa a Ángela.  La cogió en brazos y le explicó a su amiga lo que harían para solucionar todo aquello.
-          Zoe, escúchame bien. Toma las llaves de mi coche, está aparcado en la calle de abajo. Ve yendo y ábrelo. Yo iré detrás de ti con Ángela en brazos. La vamos a llevar al hospital, ¿Vale? –
Zoe tomó las llaves de la mano de su amigo y salió del bar a toda prisa. Se dirigió hacia el lugar que le había indicado Breogan y abrió el coche. Esperó hasta que el chico llegase con su amiga en brazos. No tardó mucho en llegar. La tumbaron en los asientos traseros y ambos se subieron al coche. Breogan era el que conducía y rápidamente se puso en camino al hospital.
Cuando llegaron al hospital, Zoe bajó del coche y buscó a un médico que pudiese ayudarles. Breogan volvió a coger en brazos a Ángela y entró con ella en el hospital donde su amiga Zoe ya estaba hablando con un médico. El doctor se acercó a él y le pidió que tumbase a la chica en una camilla que había próxima. Zoe le explicó con todo detalle lo que había sucedido. El médico les pidió que esperasen en la sala de espera mientras le realizaba unas pruebas a Ángela.
-          ¿Crees que se pondrá bien? –
-          No lo sé, pero espero que sí. No te preocupes, los médicos harán todo lo posible. –
-          Breogan, estoy asustada. –
El chico iba a responder cuando el médico que estaba atendiendo a Ángela se les acercó.
-          Chicos, vuestra amiga va a tener que permanecer algún tiempo ingresada. Tenemos que hacerle más pruebas. Actúa de un modo muy extraño. Mientras le realizábamos una prueba se levantó de repente de la camilla y ha intentado estrangular a uno de nuestros enfermeros. Hemos tenido que atarla a la camilla. Podréis verla luego, pero antes quería haceros unas preguntas. –
El médico hizo muchas preguntas a los dos amigos de Ángela. Cuando le había hecho todas las preguntas que quería, permitió que viesen a la chica. Los dirigió a la habitación en la que se encontraba la chica. Ángela estaba tumbada en la camilla, atada de pies y manos sin poder moverse ni un milímetro. Zoe no pudo evitar romper a llorar cuando vio el estado en el que se encontraba su amiga. Breogan se aproximó a Ángela y le acarició la cara con suma delicadeza. De pronto, algo agarró a Breogan por el cuello y Zoe salió corriendo de la habitación gritando. Ángela había logrado romper las correas que la tenían atada a la camilla y estaba intentando ahogar a su amigo. Varios enfermeros entraron en la habitación e inyectaron algo a la chica, algo que hizo que soltase a Breogan y cayese rendida sobre la camilla. Breogan salió totalmente perplejo de la habitación. No lograba comprender nada. Sólo podía preguntarse una cosa, ¿Ángela se había vuelto  loca?

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

Otra Oportunidad

Para ella fue una bendición, como un milagro, como un deseo cumplido, como un sueño hecho realidad. Milagrosamente se había quedado embarazada. Un año más tarde de que su médico le dijese que jamás podría tener hijos, lo había logrado. Iba a tener un hijo propio, sangre de su sangre. Pasaron los nueve meses y nació una pequeña y dulce niña preciosa. Su madre la adoraba y la cuidaba con mucha dulzura. Pero un día algo trágico sucedió.
Una noche ella se despertó para ir al baño, pero antes  decidió ir a ver a su hija para comprobar que dormía plácidamente. Cuando entró en la habitación y se acercó a la cuna, donde descansaba el bebé de apenas  3 meses, se dio cuenta. La criatura no  respiraba. Rápidamente la cogió y pudo comprobarlo con total certeza. Aquel pequeño ser había perdido la vida. Llamó a una ambulancia a pesar de que ya no  se podía hacer nada por la niña. Los médicos llegaron y confirmaron lo que ella ya había confirmado minutos antes. Se llevaron ese pequeño cuerpo y ella se quedó tirada en el suelo de su casa envuelta en lágrimas y con el corazón totalmente roto. No podía dejar de llorar. Acababa de perder a lo que más quería en el mundo. Había perdido a su única hija, al único ser sangre de su sangre. No comprendía como el dios, al que tanto adoraba, había sido capaz de arrancarle de las manos a su mayor tesoro.
Los días pasaron y ella continuaba llorando. Se pasaba las horas en la habitación, que había  sido del bebé, abrazada a una muñeca que había pertenecido a su dulce hija. Con el tiempo la locura se apoderó de ella e hizo que empezase a creer que aquella muñeca era su hija. Había perdido completamente la cabeza y trataba a aquel pedazo de plástico igual que a un ser vivo. Fingía darle de comer, hablaba con la muñeca, la llama igual que a su hija, decía oírla llorar, le cambiaba los pañales y salía con ella a la calle. La paseaba en el carro de bebé que había comprado para su verdadera hija.
Un día salió a la calle con el carrito de bebé que contenía a la muñeca dentro. Como cada tarde llevó a la que ella creía que era su hija al parque. La colocó el un columpió y jugó con ella durante horas. Mientras balanceaba a aquel juguete, escuchó unos llantos tras un árbol cercano. De pronto olvidó a su pequeña muñeca en aquel columpió y se dirigió al lugar de donde procedía aquel triste sonido. Miró tras el árbol y se sorprendió. Tumbado en el suelo, al pie de aquel roble se encontraba un bebé, envuelto en una manta y sin dejar de llorar. Lo cogió en brazos y rápidamente se fue con él al hospital más cercano. Pidió ayuda a un médico y esperó hasta que comprobaron que aquella criatura del señor estaba en buen estado y sin ningún problema de salud. Mientras esperaba en la sala del hospital, recobró la cordura y se dio cuenta de que el ser al que había estado columpiando tan sólo era un muñeco y por fin admitió que su hija había muerto. Pero otro milagro le había sucedido, se había encontrado un bebé abandonado y haría todo lo posible para conseguir ser su madre legal. El médico le entregó al niño, un niño de apenas 1 mes de edad. Se lo llevó a casa y allí lo cuidó. Ella hizo todo lo necesario para hacerse con la custodia de aquella criatura. No era sangre de su sangre, pero ahora volvía a ser madre y lo trataría como si ella misma lo hubiese parido. Si su dios le brindaba esa oportunidad de nuevo, no podía volver a fallar. No podía permitir perder una vez más a un hijo.
El tiempo ha pasado y ella ya es una pobre anciana que goza de buena salud y de un hijo de 33 años que la cuida. No perdió al niño y consiguió criarlo ella sola. Ahora es él el que cuida de ella y el que agradece a Dios que su madre lo encontrase al pie de aquel roble. Milagrosamente el señor brindó otra oportunidad a una joven madre que había caído en la locura por perder a su hija.

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

Cárcel Psiquíatrica

Ángela acababa de encontrar su primer trabajo. Llevaba un mes fuera de la universidad, ya era una psicóloga con título. Ahora tenía que ganar experiencia en el terreno.
Llegó su primer día de trabajo y su novio, Breogan, decidió que la llevaría. Iban en el coche y entonces  él paró. Ángela observaba asombrada aquel edificio tan grande. Se despidió del chico y bajó del coche. Caminó hasta la puerta principal, la abrió y entró. Contempló el lugar. Al pasar aquella puerta había un enorme parking y jardines. “Aquí debe de ser donde dejan sus coches los empleados”, pensó. Caminó por aquella amplia zona hasta llegar a las escaleras que llevaban a la entrada del edificio. En el primer escalón se paró. Miró hacía arriba y leyó lo que ponía en el cartel colocado en la fachada. “Cárcel psiquiátrica, espero que no me suceda nada”, se dijo a sí misma. Subió los siete escalones que quedaban y se adentró en el edificio.
-          Tú debes de ser la nueva celadora, ¿verdad? – le dijo una voz femenina desde una mesa que había en el lado derecho de la entrada.
Ángela asintió con la cabeza y se acercó a la mesa. Ante ella se encontraba una joven muchacha con el pelo largo de color rubí, con la piel oscura, los ojos verdes y una figura alta y delgada. La joven volvió a hablar.
-          Mi nombre es Claudia y te acompañaré en tu primer día de trabajo. Hoy te enseñaré como funcionan aquí las cosas y a partir de mañana harás el turno de noche sola. Acompáñame. Te enseñaré donde está tu taquilla y te daré tu uniforme de trabajo. –
Claudia comenzó a caminar por un largo pasillo. Ángela la siguió sin emitir sonido alguno. Caminaron durante un largo período de tiempo por un largo y estrecho pasillo. A los lados había enormes habitaciones de cristal cerradas con llave y con gente dentro. “Deben de ser los presos”, dedujo Ángela. En ese mismo momento, ambas chicas se pararon. Ángela observó que se habían detenido ante una puerta y que Claudia había sacado unas llaves para poder entrar. Se adentraron en la habitación. Un cuarto en el que las paredes no eran de cristal y en el que había cientos de taquillas.
-          Tu taquilla es la número trece. Dentro encontrarás tu uniforme. Aquí tienes la llave de la taquilla y la llave de la puerta. Cámbiate. Y después te daré el resto de llaves. Te espero fuera e… ¿cuál es tu nombre? –
-          Ángela. –
-          Pues Ángela, cámbiate. Te espero fuera. –
Claudia salió de la habitación y cerró la puerta. Dentro, Ángela había dejado su mochila en el suelo y se disponía a abrir su taquilla con la llave que acababa de recibir. Metió la llave en la cerradura, la giró y se abrió. Cogió el uniforme blanco que había dentro y se cambió. A continuación metió su ropa y su mochila en la taquilla. Cerró la puertecita metálica y giró la llave que todavía se encontraba en la cerradura. Sacó la llave y la observó. Estaba puesta en una pequeña anilla junto con la llave que abría la puerta de aquella habitación. “No puedo perderlas”, pensó. Se llevó las manos al cuello y desabrochó la cadena que llevaba. Colocó en ella la anilla que contenía aquellas dos llaves y volvió a colgarse la cadena. Salió del cuarto. Fuera estaba Claudia, la cual cerró con llave la puerta. Mientras tanto, Ángela observó que junto a la joven había un carro metálico. En él había bolsas de sangre, carpetas, un pedazo de carne, llaves y jeringuillas.
-          Claudia, ¿para qué es todo lo que hay en el carro? –
-          Las llaves son las que abren todas las habitaciones del edificio. En las carpetas tienes todos los informes de los presos. Así sabrás que inyección tienes que ponerles o que pastillas deben tomar. –
-          ¿Y la carne y la sangre? –
-          Son para dos de nuestros pacientes. Esas llaves y las carpetas ahora son tuyas. Guárdalas bien. Ahora acompáñame. –
Claudia agarró el pequeño carro y comenzó a caminar mientras lo empujaba. Detrás de ella caminaba Ángela. Al cabo de un rato se detuvieron.
-          Ángela, ahora vas a ver como es el trato con los dos pacientes más peligrosos que aquí hay. Estate atenta a todo. –
Ángela asintió y observó con total atención cada uno de los movimientos de Claudia. La joven cogió el pedazo de carne y una de las bolsas de sangre. Abrió la puerta y entró en una amplia habitación de cristal en la que se encontraban dos chicos. Claudia se acercó a ellos y les dio el pedazo de carne la bolsa de sangre, pero ninguno de los chicos parecía interesados por aquellos objetos. La chica salió de la habitación y se aseguró de cerrar bien la puerta.
-          Así es como se hace. Lee los informes y te será fácil. –
-          No parecen peligrosos. –
-          Las apariencias engañan. Bien. Tu tarjeta de identificación está en la carpeta que está por encima. Colócatela en el uniforme. Ahora ve a la mesa  de la entrada y lee los informes. El turno de noche es tranquilo. Yo me voy que me toca el turno de tarde. Mucha suerte, Ángela. –
Claudia se fue y Ángela se quedó  sola ante aquella habitación de cristal. Observó a los chicos que encontraban dentro. “No parecen unos psicópatas”, pensó. Agarró el carrito y comenzó a caminar, pero antes miró el número de la habitación.
Caminó hasta llegar a la mesa de la entrada. Se sentó en una silla y colocó las carpetas y el montón de llaves sobre la mesa. Abrió la primera carpeta, cogió la tarjeta de identificación y la colocó en su uniforme. Luego comenzó a leer los informes.
El sol salió. Ya eran las nueve de la mañana y el turno de Ángela había finalizado. La joven estaba se estaba cambiando y recogiendo todo lo que había en su taquilla. Metió las carpetas y el manojo de llaves en su mochila. Dejó su uniforme en la taquilla, la cerró y se fue. Se dirigió a la puerta principal donde le esperaba Breogan en el coche. Ángela subió al vehículo y ambos se fueron a casa.
Una vez tranquilos en su casa y desayunando, Breogan decidió preguntarle a su novia cómo le había ido.
-          Cielo, ¿qué tal en el trabajo? –
-          Muy bien. He conocido a una de las chicas del turno de tarde, se llama Claudia. Es muy simpática. Los presos son bastante tranquilos, al menos por ahora. Hay dos que me han llamado la atención. –
-          ¿Sí? ¿Por qué? –
-          Pues porque son los dos presos más peligrosos, pero parecen inofensivos. Están en la habitación trescientos trece. Uno de ellos es caníbal y el otro se cree un vampiro. –
-          Aunque parezcan inofensivos debes tener cuidado. –
-          Lo tendré. Me voy a dormir. –
El tiempo pasó y Ángela ya estaba de nuevo en la entrada de la cárcel psiquiátrica. Su segundo día de trabajo acababa de comenzar. Entró en el edificio y miró hacia la derecha esperando ver a Claudia allí, pero no estaba. Ángela se dirigió a la habitación de las taquillas y se preparó para comenzar su turno. Preparó el carro y recorrió el pasillo. Fue habitación por habitación dándole a cada preso lo que necesitaba. Llegó a la celda trescientos trece y se detuvo. “No puede ser”, dijo en alto con voz temblorosa. La puerta estaba abierta. Dentro había dos cuerpos en el suelo. Eran Claudia y el preso que se creía un vampiro. A ambos cuerpos les faltaban pedazos, como si alguien se los hubiese comido. Ángela corrió asustada por el pasillo. Tenía que salir de allí y llamar a la policía.
Llegó a la puerta principal  allí le esperaba el preso huido. Estaba de pie, con la boca empapada en sangre. La miró con ira. Ángela se quedó paralizada por el temor. El fugitivo se abalanzó sobre ella y le mordió el cuello. Tan fuerte se clavaron aquellos dientes empapados en sangre que la joven murió al instante. El preso comenzó a comerse el cuello de la chica hasta que la cabeza se le quedó en la mano. Dejó el cuerpo en el suelo y comenzó a vagar por el edificio con la cabeza de su víctima en la mano.
Breogan aguardaba impaciente en su coche. Ángela se retrasaba una hora. El joven decidió entrar en el lugar. Entró en el edificio y la primera imagen que vio fue tétrica. En el suelo se encontraba el cuerpo de su novia sin cabeza. Antes de que pudiese huir, algo le había mordido un brazo. Se escapó como pudo y observó a un chico joven que sostenía algo en una de sus manos. Era la cabeza de Ángela. Breogan echó a corre por el pasillo hasta llegar a una puerta abierta. Entró en la habitación trescientos trece y del suelo cogió una jeringuilla. Salió de allí y corrió hasta el asesino. Forcejeó con él y le clavó la aguja. Se desplomó. Breogan huyó y llamó a la policía.

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

La gran película y sus actores

¿Somos realmente así o sólo interpretamos un papel en la vida? A veces pienso que todos somos actores de una gran película y que todos desempeñemos el papel que el director nos ha dado. Aunque también pienso que interpretar ese papel forma parte de nuestra forma de ser, ya que cada persona interpreta el papel que se le ha dado de una manera propia. Todo esto me lleva a pensar que la forma de ser de cada ser humano está basada en el personaje que le ha tocado interpretar en esta gran película que es el mundo. Pero… ¿alguien la ve? ¿Alguien ve esta película? Y… ¿quién es el director? ¿Y los guionistas? Creo que cada individuo es director y guionista de s propio cortometraje y que luego todos esos cortometrajes juntos forman la película. Esta es mi opinión, aunque continúo pensando en ello porque esta hipótesis no me convence por completo. Lo único que me convence es la metáfora de que todos somos actores interpretando nuestro papel en la gran película que es el mundo.

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

El mundo en tu contra, sólo en tu mente

Sentir que a todas las personas les pasa algo contigo. Sentir que tus amigos te hacen vacío y que no les importas. Sentir que todo el mundo te observa de un modo extraño cuando vas por la calle. Te estás volviendo loco. Nada de eso es verdad. Tus amigos si es que los tienes, te tratan con la misma normalidad de siempre y la gente no te observa. Todo es normal a tu alrededor, pero tú no lo ves así. Crees que de pronto todo ha cambiado y se ha vuelto en contra tuya. ¿Por qué te sientes así? No lo sabes. A penas eres capaz de explicar cómo te sientes. Te frustras. No sabes que pasa y quieres saber si lo qué estás sintiendo es real o si es sólo un producto de tú imaginación. Sigues pensando que todo está en tu contra. No te creas el centro del mundo y que todo gira a tu alrededor. No eres tan importante como  para que todo se ponga contra ti. Estás loco. Todo son imaginaciones tuyas. Pero lo peor es que para darte cuenta has tenido que pensar en ello en tercera persona. Estás loco.

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

Diferencia de Estilos

No comprendo la diferencia de estilos. No entiendo porqué la gente juzga a otros solamente por su forma de vestir. Algunas personas a veces niegan su amistad a otras sólo porque no pertenecen a la misma "tribu urbana". Creo que los estilos sólo exteriorizan la forma de pensar de una persona o los ideales que tiene. Pero no porque no piense igual que nosotros y porque su estilo sea diferente debemos rechazarlos. Qué más da si somos pijos, emos, punkis, raperos, heavys... todos somos personas conviviendo juntos en un mismo planeta. Os puedo asegurar que es posible tener amigos de diferentes "tribus urbanas". Yo soy heavy y no por eso evito a las personas de los demás estilos. Tengo amigos pijos, emos, raperos, punkis y de mi mismo estilo. Os puedo asegurar que nuestra diferencia de pensamientos nunca ha sido un impedimento para ser amigos. Con esto intento decir que no debemos juzgar a las personas por su aspecto exterior, debemos ver más allá de eso y valorar el interior sin preocuparnos por la diferencia de estilo. Esto me sirve también para decir que al igual que no importa la diferencia de estilo tampoco importa la diferencia de raza, cultura o religión. Todos somos personas, seres vivos que merecen una oportunidad. Así que, al igual que no juzgamos un libro por su portada, tampoco debemos juzgar a una persona por su aspecto exterior.

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

Bienvenido a mi mundo

Bienvenido a mi mundo. Pase y elija que personaje desea ser hoy. Puede elegir entre princesas, vampiros, hombres lobo, humanos, hadas, brujas, elfos, ninfas, guerreros, duendes, musas, hechiceros, espíritus y demás seres. Elija también el bando del que desea estar, el bien o el mal. No se preocupe por ninguno de sus actos. Si el personaje que usted ha elegido pierde la vida, puede regresar mañana y elegir un nuevo personaje. Bien, esto es todo. ¿Ha decidido ya cómo desea que sea su personaje?

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

Momento Traumático

Hay algo que recuerdo de mi infancia con muchísima claridad. Un hecho que me marcó de por vida y que, por desgracia nunca olvidaré.
Todo ocurrió cuando tenía cinco años. Habíamos salido mi padre, mi madre, mi hermano y yo a comprar y dar una vuelta. Era un viernes, no recuerdo la estación del año, pero era de noche y hacía algo de frío. Eran como las nueve de la noche. Estábamos volviendo a casa, tranquilos. Mi hermano y yo íbamos detrás de mis padres jugando. Cuando al llegar al semáforo que cruzaba una calle con la nuestra, mis padres se pararon. Estábamos esperando los cuatro parados para cruzar. Los siguientes minutos pasaron muy rápido, los recuerdo en modo de diapositivas.
Lo primero que recuerdo es que mi hermano saludó a una chica que estaba esperando para cruzar en la acera de enfrente. La recuerdo cruzando, cuando un camión se abalanzó sobre ella, pasándole por encima. No sé si el semáforo estaba en rojo o en verde, fue todo muy rápido. Lo siguiente que viene a mi mente, es un montón de gente saliendo de la nada que se aproximaban para ver lo ocurrido. Recuerdo gente llorando y gritando que se llamase a una ambulancia. En un momento de pánico de la gente, hubo un hueco por el que pude ver la cruel imagen que me marcaría de por vida. La imagen está tan clavada en mí, que todavía siento escalofríos al pensar en ello. Cuando me asomé a mirar, lo que vi fue a aquella chica, que mi hermano había saludado hacía pocos minutos, tirada en el suelo, debajo del camión que había pasado por encima de ella. Su cabeza estaba totalmente aplastada debajo de la rueda delantera del camión. Recuerdo que cuando mi madre se dio cuenta de que estaba viendo, le dijo a mi hermano que me cogiese y me llevase al supermercado que había allí para que yo no viese nada. Mi hermano me cogió de la mano y lo primero que yo le dije fue:"Aquello parecía pan". No sé que se pasaba por mi cabeza en ese momento para decir tal cosa, pero tenía cinco años y no era consciente de nada de lo que estaba pasando. Lo siguiente que recuerdo después de haber entrado con mi hermano en el supermercado está algo borroso. Si pienso en ese momento a mi mente solo vienen luces, gritos y muchas sirenas.
Ese día cuando volvimos a casa después de todo eso, mis padres nos acostaron en cama a mí y a mi hermano. Recuerdo que esa noche soñé con las imágenes de la chica debajo del camión. Nunca se borraran esas imágenes de mi cabeza...

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

Una Muerte

Era un jueves por la mañana. Tres chicos y una chica se dirigían a ensayar con el grupo que los cuatro tenían. Se dirigían como cada jueves por la mañana al local, una vez allí hicieron lo de siempre. Comenzaron a ensayar, cuando de pronto uno de ellos dijo:"hay un hombre en el suelo". Tiró su guitarra al suelo y salió corriendo. Sus compañeros hicieron lo mismo. Una vez fuera reconocieron al hombre, le conocían. Estaba completamente lila, casi no respiraba y tenía convulsiones. Dos se quedaron con él y los otros dos corrieron a pedir ayuda. Más personas salieron a ayudarles, pero nadie hacía nada, solo miraban y lloraban. La chica del grupo llamó corriendo una ambulancia, pero estaba nerviosa y no sabía que decir, de modo que le pasó su teléfono a uno de sus compañeros.
Lo tenían entre sus manos, el resto de la gente solo miraba y lloraba, nadie les ayudaba. La ambulancia llegó pronto. Uno de los chicos salió corriendo para encaminar a los médicos hasta el lugar. Los médicos llegaron, pero no se daban prisa. Los cuatro chicos gritaban que corriesen. Una vez llegaron hicieron todo lo que pudieron. Estuvieron durante casi una hora intentando reanimarle, pero todo fue inútil, no había esperanza.
Los chicos estaban dentro del local, con las miradas perdidas y sin saber qué hacer, ni que decir. Unos amigos llegaron e intentaron animarles, pero sabían que la experiencia era muy dolorosa. Prácticamente se les había muerto en las manos.
Veían a los conocidos del hombre llorar. Veían como se llevaban el cuerpo todavía caliente y como le sacaban todas su pertenencias. No hablaban, apenas ni se miraban.
Al cabo de un rato comenzaron a hablar y se dieron cuenta de que ese día algunas cosas no habían sido como cada jueves. Dentro del local la bajista y uno de los guitarristas no estaban en su lugar habitual. De haberlo estado habrían visto caer al hombre. De manera que al pensar esto un fuerte sentimiento de culpa se apoderó de la bajista, sentía que podían a ver hecho más.
Decidieron irse, no tenían ganas de seguir tocando. De vuelta a casa casi no hablaron.
Esa misma tarde el batería y la bajista fueron juntos a clase, como cada tarde. Pero su rutina ya se había roto y así seguiría durante todo el día.
Ella no habló mucho en toda la tarde, de hecho pasó bastantes días casi sin hablar. Las imágenes de aquel suceso se apoderaban de ella y se sentía fatal.
Pocos días después esta chica sufrió la pérdida de un ser muy querido para ella. Ya iban dos muertes en una misma semana. Se sentía gafada. Sentía que todo lo querido por ella tenía un mal final, se sentía culpable por todo. Para ella sería el principio de muchas situaciones inolvidables y quizás traumáticas...

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

martes, 21 de septiembre de 2010

Déjà vu

“Trato de entender. Debo comprender, pero no logro saber qué es lo que ha pasado. Sin motivo has entrado, sin hacer nada te has clavado en mi corazón y ahora no sé qué pasará. Quizá pierda la cabeza pensando cómo llegar hasta ti o quizá lo deje pasar sin hacer nada.
Hace unos días soñé algo. Algo a lo que no le di demasiada importancia. Simplemente lo consideré un sueño más. Ahora pienso en ello y me doy cuenta. Aquel sueño era una predicción. Soñé que le mostraba mis sentimientos a un chico. Un chico al que en la realidad no conocía y que creí que no existía. En cambio pasaron unos días y vi a un chico,  alguien que se clavó en mí. Y ahora, tres días después, me doy cuenta de que las imágenes encajan. Era el chico de mi sueño y no sé qué pasará.”
Ángela soltó el bolígrafo y lo dejó caer sobre la libreta que tenía sobre sus piernas. Acto seguido suspiró. Estaba sentada en su cama y hasta ese momento había estado escribiendo en su diario. Intentaba poner en orden sus pensamientos. Se frotó los ojos y luego  cogió el bolígrafo y lo dejó sobre la mesta de noche que se encontraba al lado derecho de su cama. Miró la libreta que tenía sobre las piernas, la cogió y la cerró. Era una libreta de color negro y sus hojas eran de color rojo, en ellas estaban plasmados todos los pensamientos de la joven en dorado. Se giró hacia la derecha y abrió el tercer cajón, empezando por arriba, de su mesita de noche. Dejó el diario dentro  y volvió a cerrar el cajón. Se tumbó en la cama y observó el techo. Un par de minutos después miró el reloj que llevaba colocado en la mano izquierda. “Es tarde. Debo prepararme” pensó la joven. Se levantó de la cama y se dirigió al armario que había justo en frente. Lo abrió y tras un instante de indecisión sacó la ropa que se pondría para salir esa noche. Era viernes y Ángela quería ponerse guapa para salir con sus amigos.
Dejó la ropa que había cogido sobre la cama. A continuación abrió el primer cajón de la mesita donde había guardado su diario. De él sacó una pequeña caja de color rojo y la colocó sobre la cama. Cerró el cajón y después se cambió de ropa y se puso las botas que había bajo la cama. Se colgó del brazo las prendas que se había quitado y salió de la habitación. Entró en el baño, que estaba junto en frente de su cuarto, abrió un pequeño cubo de calor azul y dejó caer las prendas dentro. Cerró el cubo y se colocó ante el espejo. “Tengo que peinarme y maquillarme” se dijo en voz baja a sí misma. Abrió un armarito que estaba situado al lado izquierdo del espejo. De él sacó una pinza negra y un neceser azul. Colocó ambas cosas sobre el mueble y después abrió el único cajón que había en él al lado derecho. Sacó un peine negro. Se peinó u se recogió su largo y liso pelo dorado con la pinza que había dejado sobre el mueble blanco. Guardó el peine en su lugar y cerró el cajón.  Abrió el neceser y sacó maquillaje. Se maquilló, cerró el neceser y lo devolvió a su sitio. Se miró al espejo y se dijo “perfecto”. Salió del cuarto de baño y regresó a su habitación. Se aproximó a la cama y abrió la cajita roja que se encontraba sobre ella.  Dentro había anillos, collares, pulseras, pendientes y un pequeño saco negro. Cogió las joyas que quería y se las puso. Observó la caja y cogió el saco, el cual contenía un manojo de hierbas secas atadas con un hilo blanco. Cerró la caja y dejó el saco sobre ella. De nuevo miró la hora en el reloj que llevaba en la muñeca. “Debo darme prisa” pensó. Se aproximó al escritorio que estaba al lado izquierdo de la cama y cogió el bolso que allí había. Volvió a colocarse frente a la cama, lo apoyó sobre ella y comprobó que dentro estuviese lo que necesitaba. Después de comprobarlo volvió a observar el saquito negro. “Fue mi primer hechizo, un hechizo de amor. El primero cuando me dijeron que era bruja. Nunca he probado si funciona y desde entonces he hecho muchos que han funcionado. Vamos a probar si mi primer hechizo salió bien” dijo en voz baja. Cogió el saquito y lo metió en un bolsillo oculto que tenía su  bolso. Lo cerró y salió de la habitación. Se aseguró de que todo estaba bien en la casa y se fue.
Ángela caminaba firme y con decisión por la calle. Miraba constantemente su reloj, llegaba tarde y estaba oscureciendo. Cuando llegó al lugar al que se dirigía., todos sus amigos la estaban esperando. Saludó a todos dándoles un beso en la mejilla, pero allí había alguien que no conocía. Le observó y se dio cuenta de que era el chico que tenía viviendo en su mente desde hacía tres días.
-Os presento. Ella es Ángela. Él es Marcos.- dijo uno de los amigos de la chica llamado Breogan.
Ella saludó con timidez al chico nuevo, el cual se acercó a darle un beso en la mejilla después de haberle dicho hola.
De pronto un ruido muy fuerte sonó. Un trueno. Ángela abrió los ojos y miró hacia la ventana. Era viernes por la mañana y en la calle estaba tronando. Pensó en que acababa de soñar. Se sentó en la cama. Abrió el primer cajón de la mesita, cogió una pequeña caja roja y cerró el cajón. Abrió la caja y de ella sacó un saquito negro.  Cerró la caja roja y la colocó en el suelo.  Ángela observó el saco y tras unos minutos se decidió a abrirlo. De  él sacó un manojo de hierbas secas que estaban atadas con un hilo blanco. A continuación cogió unas tijeras y colgante que había sobre su mesita. Colocó las tijeras sobre la cama. Abrió el colgante, era una pequeña cajita redonda de plata, y la colocó sobre sus piernas. Con las tijeras cortó un cachito del  manojo de hierbas y lo puso dentro del colgante. Cerró la cajita de plata, se la colgó del cuello y dejó las tijeras sobre la mesita. Guardó el manojo de hierbas en el pequeño saco negro y lo dejó en la mesita.  A continuación cogió del tercer cajón del mueble una libreta negra con las hojas rojas y cogió un bolígrafo que había al lado de las tijeras que acababa de utilizar. Abrió la libreta y comenzó a escribir en dorado. “Trato de entender. Debo comprender, pero no logro saber qué es lo que ha pasado. Sin motivo has entrado, sin hacer nada te has clavado en mi corazón y ahora no sé qué pasará. Quizá pierda la cabeza pensando cómo llegar hasta ti o quizá lo deje pasar sin hacer nada…”

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

lunes, 20 de septiembre de 2010

Eres

Hasta los días más negros se pueden volver claros si tú estás a mi lado.
Eres capaz de dar luz a esta oscuridad.
Siempre iluminas mi camino con tu sonrisa, me tranquilizas con tu mirada.
Haces que la tristeza se desvanezca y la transformas en alegría pura.
Eres capaz de encontrar la calma en medio de la tempestad.
Eres mi luz, mi guía, mi consejero, mi amigo, mi amor…
Eres mi ángel caído del cielo.

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

martes, 14 de septiembre de 2010

Moriré

Moriré, igual que todos, moriré
Moriré sin conocer el sabor de tus labios
Moriré sin haber sentido tus caricias
Moriré sin dar respuesta a muchas de mis preguntas
Moriré viendo lo injusta que es la justicia
Moriré tras años de pérdidas de seres amados
Moriré sabiendo que es la traición, la violencia, la ambición…
Moriré sin conocer el verdadero amor
Moriré presa de mis delirios
Moriré en mi más humilde soledad
Moriré y regresaré junto a esas personas que cayeron en el camino
Moriré después de una vida que, quizá, no ha servido para nada
Moriré, como todos, moriré
Moriré, tengo claro que moriré
Moriré, es lo único seguro que hay en mi vida
Moriré y bienvenida será la muerte
Moriré y, a pesar de todo, me iré orgullosa
Moriré con miles de buenos y malos recuerdos
Moriré, tengo claro que… MORIRÉ


Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

Nostalgia (Parte III)

No soporto más esta nostalgia. No soporto más esta eterna tristeza que me invade cada día. No soporto más poner la buena cara delante de todo el mundo y luego romper a llorar en la soledad. No soporto más tener que decir que no me pasa nada, cuando en realidad lo que me pasa es que daría lo que fuese por una vez más a tu lado. No soporto más estos pensamientos y estos sentimientos de culpa. No soporto más no poder decir nada de lo que me pasa. No lo soporto. Ya está. No aguanto más esto. Tengo que acabar con todo esto cuanto antes. Debo pasar página. Ya lo hice una vez, así que podré hacerlo una vez más y lo haré, cueste lo que cueste. No puedo seguir sintiéndome culpable por sentir algo por una persona que ya no está. No puedo seguir sintiéndome culpable por sentirlo a la vez por otra persona que sí está. Tengo que dejar de sentirme culpable.
Lo siento. Nunca te olvidaré y lo sabes, pero no puedo continuar así. Pasaré página y continuaré con mi vida hasta que pueda bajar al infierno a estar contigo. Hasta entonces… seguiré adelante. No haré nada por adelantar el momento de nuestro encuentro, pero ese momento llegará algún día y cuando llegue volveremos a estar juntos. Por ahora pasaré página y ayudaré a tu familia a que haga lo mismo. Pasaremos todos página, pero jamás te olvidaremos. Te llevaremos siempre con nosotros, en nuestros corazones.
Pasar página… eso es lo que debo hacer. Algo que siempre es muy complicado de hacer si estás sólo. Abrazos, cariño, besos y apoyo… eso ayudaría a pasar página, pero no puedo tenerlo ya que nadie o casi nadie sabe lo que me está pasando. Daría cualquier cosa por un abrazo, por un beso, por una caricia, por un susurro al oído que me diga que todo va a salir bien, pero no puedo tenerlo. No puedo tenerlo porque nadie sabe lo que pasa y no tengo a una persona que pueda darme eso. A veces me gustaría no sentirme tan sola en este mundo, pero tengo que aguantarlo y esperar a que llegue el día. Cuando ese día llegue ya no estaré sola, sino que estaré contigo, en el cálido infierno. Espero con ansias ese día para poder reencontrarme contigo. Quiero volver a estar a tu lado. Quiero volver a estar con la única persona que me comprende, con la única persona que me quiere y ama, con la única persona que es capaz de soportar durante horas mis tonterías… quiero volver a estar con esa persona… Pronto nos encontraremos en el infierno cariño, como siempre deseaste. Siempre deseaste que fuésemos juntos al infierno y se hará real. Espérame, porque pronto llegaré.

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

Nostalgia (Parte II)

Me desperté. Abrí los ojos y observé todo lo que había a mi alrededor. Entonces me di cuenta de que todo había sido un sueño. Me levanté de la cama y fui al baño a lavarme la cara con un poco de agua fría. Regresé a mi habitación. Me tumbé en la cama y me quedé mirando al techo en la oscuridad. Tan sólo veía las pequeñas estrellas, que hay pegadas al techo, brillar. Todo estaba oscuro. Seguí observando el techo, a pesar de la falta de luz, mientras en mi mente empezaban a surgir pensamientos sobre el sueño del que me había despertado. Un sueño maravilloso del que no quería despertar. Un sueño tan real que no parecía lo que era. Mientras dormía te tenía a mi lado, pero tan sólo era mi imaginación jugando en la oscuridad. Ahora mismo ese es el único modo de volver a estar contigo, en sueños. Sólo pueden volver las largas charlas, tus abrazos y tus caricias mientras duermo.
Desde que alguien volvió a recordarme lo que pasó no puedo sacarte de mi mente. Nunca antes me había dado cuenta de lo que realmente siento por ti. Lo peor de todo es darse cuenta de esto ahora que no estás. Mientras me doy cuenta de todo esto, mientras te añoro, mientras extraño todo lo que vivimos juntos… deseo a otra persona, deseo vivir lo mismo que contigo con otro hombre. Me siento culpable. Jamás te dije lo que siento y sentir cosas por otra persona me hacen sentir como si te estuviese engañando. Me gustaría poder contarte todo esto, pero desgraciadamente el único modo que tengo de decírtelo es este. Ojalá el mundo me ofreciese la oportunidad de verte una vez más para poder abrirte mi corazón, para poder decirte que haga lo que haga, que pase lo que pase… me esperes. Porque, aunque no estés entre nosotros, siempre estás en mi corazón. Sé que hay veces que no pienso mucho en ti, pero sé que eso te hará feliz. Sé que te gustaría que siguiese adelante sin pensar en ti. Intento hacerlo, de verdad. Te prometo que trataré de continuar como he hecho hasta ahora, pero jamás te olvidaré. Espérame, porque, cuando vaya a ese cálido lugar en el que estás, volveré a ser tuya y nadie más importará. No importará nada de lo que deje atrás. Cuando volvamos a estar juntos, sólo importaremos nosotros.
Todo esto lo pensé en la penumbra de mi habitación, en la soledad de mi oscuridad, estando en mi pequeña cueva… Te echo de menos, daría lo que fuese por volver a tenerte.

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

Nostalgia

Hoy he vuelto a esa casa. Después de mucho tiempo he pasado nuevamente por delante de esa habitación. Me detuve ante ella y miré hacia dentro, la puerta estaba abierta. Dentro todo se encontraba tal cual lo recordaba. Todo seguía igual, tal como tú lo dejaste hace dos años. En ese momento la nostalgia se apoderó de mí y no pude evitar romper a llorar. Entré en la habitación. Observé las paredes de color rojo, la cama con las sábanas negras, lo muebles de madera, los posters pegados en la pared… lo observé todo. Al final de la habitación, debajo de la ventana, encima del escritorio pude ver una libreta azul. Me acerqué y cogí ese cuaderno.  Una vez lo tuve entre mis manos, me dirigí a la cama y me senté. Abrí la libreta y en la primera página había algo escrito, tu nombre. Lo leí con detenimiento. Al cabo de un rato pasé la página. El contenido de aquella libreta eran tus dibujos. Aquellos bellísimos dibujos y retratos que hacías cuando estabas vivo. Pasé las páginas y observé cada dibujo con mis ojos llenos de lágrimas. Entonces… uno de tus dibujos me llamó mucho la atención. Un retrato mío. Sí, allí estaba. En aquella hoja de papel cuadriculado había un retrato mío hecho por ti. Junto a él se encontraban unas palabras escritas, “la chica de mi vida”. Rompí a llorar. No lo pude evitar. En ese mismo instante, entró tu madre en la habitación. La miré con los ojos inundados, sentada en aquella cama da sábanas negras con tu cuaderno azul entre mis manos.
-          ¿Le echas de menos verdad? –
-          Mucho. No puedo sacarme su imagen de la cabeza. –
-          Puedes quedarte esa libreta si quieres. Puedes quedarte lo que quieras de esta habitación. A él le gustará que tengas tú estas cosas. –
-          Gracias. –
-          De nada. Teníamos pensado cambiar la habitación. Va siendo hora de pasar página. Cuando lo hagamos te aviso y te quedas con lo que quieras, ¿vale? –
-          Vale. Bueno… creo que es mejor que vaya a la habitación de Alexis, me está esperando. –
Tras esa conversación con tu madre cerré la libreta, me levanté de la cama y salí de la habitación. Me dirigí a la habitación de tu hermano menor, Alexis. Llamé a la puerta y la abrí. Pasé la tarde con tu hermano pequeño. Es tu viva imagen. Me recuerda a ti, verle es como verte a ti. En su habitación tiene fotos tuyas. Fotos que no puedo ver, si las veo… lloro. Tu hermano me hablaba y yo lo único que podía hacer era pensar en ti y observar aquel dibujo que tú hiciste. Llegó la hora de irme y no pude llevarme aquella libreta. La dejé en tu casa. No soy capaz de tener nada tuyo. No soporto pensar que jamás volveré a verte, que jamás volveré a oír tu dulce sonrisa, que jamás volveré a sentir tus caricias… jamás volverás a estar a mi lado.
Cuando estabas vivo siempre sabías que decir para sacarme una sonrisa de la boca, siempre sabías que era lo que necesitaba, eras un chico muy atento. Podíamos pasarnos horas hablando sobre cualquier cosa y era genial. Siempre me decías que si te morías antes que yo me esperarías en el infierno, porque era al sitio al que tú querías ir y querías que yo fuese contigo. Ahora has muerto y espero que me estés esperando. Porque, aunque no puedas leer esto, nos veremos en el infierno. Iré allí y podremos volveremos a estar juntos. Volveremos a estar como antes, como cuando estabas vivo. Te echo de menos. Sé que escribir esto ahora no tiene ningún sentido, pero me siento culpable por no haberte dicho nunca lo que siento por ti. Nunca te lo dije cuando estabas vivo y ahora no puedo decírtelo porque ya no estás entre nosotros. Ahora sólo puedo escribir esto y lamentarme por no haberte dicho esto antes.

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

Soledad, ¿amiga o enemiga?

Hoy me hago esta pregunta ya que me he detenido a pensar en ello. Creo que la soledad puede verse de dos modos. Uno es el modo malo. En este caso solemos ver a la soledad como nuestra enemiga, como algo malo y aterrador.  El otro modo es el bueno y en este caso vemos que la soledad puede ser nuestra amiga, que puedo ayudarnos. En ocasiones no comprendo porque nos aterra cuando podemos aprovechar esos momentos para recapacitar sobre las cosas. Pienso que deberíamos aprovechar nuestros momentos de soledad para pensar, para pararnos un instante a valorar las cosas que realmente son importantes en nuestra vida. Deberíamos aprender a valorar esos momentos de intimidad con nosotros mismos y no aterrarnos por  temor a quedarnos sumergidos eternamente en la soledad. No hay que temerle, no hay que luchar contra ella. No hay que verla como una enemiga, sino como una amiga, sólo así ganaremos la batalla y no nos veremos sometidos a ella para siempre.
Mi opinión es que, a veces, la soledad es buena porque nos proporciona tiempo para poder pararnos a pensar, nos facilita un momento de intimidad en que poder salir y buscar cosas dentro de nuestro propio interior. Pero esto es solamente mi opinión. ¿Vosotros que pensáis? ¿Es amiga o enemiga?

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

Suicidio, ¿cobardía o valentía?

Suicidio, momento en el que una persona decide acabar con su propia vida. Normalmente se ve como un acto de cobardía, pero hoy me preguntó… ¿es realmente así? Creo que se puede ver también como un acto de valentía, ya que hay que tener mucho valor para ser capaz de dañarte a ti mismo. Cierto es que, también es un acto de cobardes, ya que, la mayoría de las veces, se hace para acabar con el dolor, con el sufrimiento. En cambio, ese sufrimiento por duro que sea en el momento, acabará pasando. Las heridas cicatrizarán, puede que tarden en hacerlo, pero lo harán. Aún así, son muchas las personas que en alguna ocasión pensaron en acabar así con el dolor, dejando de lado el mal que causarán en otros. Algunos se han dado cuenta a tiempo de que no merecía la pena hacerlo, de que la vida debe continuar a pesar de todo lo que nos pueda pasar, de que con el tiempo todo se supera. Otros, sin embargo, lo han hecho. Se han quitado la vida causándose más dolor y dejando atrás a todos sus seres queridos. En el fondo, admiro a esas personas por ser capaces de reunir el valor necesario para autodestruirse. Hay que ser realmente valiente para causarse dolor. Si lo pensamos, cuando por algún motivo tenemos que ponernos una inyección el simple roce de la aguja con nuestra piel nos hace tener una sensación de no ser capaz de hacerlo, de preferir que lo haga otro. Pues ahora imaginaros lo que se debe sentir cuando te ahorcas y dejas de respirar, cuando sientes un cuchillo deslizándose por tus venas, cuando sientes el aire al tirarte por una venta… hay que ser valiente. Por todos estos motivos me pregunto si es realmente un acto de cobardes o de valientes. Pienso mucho en ello y no logro dar respuesta a esta pregunta. Estos son todos mis pensamientos relacionados con este acto que, cada año, realizan muchas personas, pero…vosotros ¿qué opináis?

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

El Nombre (Parte III)

Eran las nueves de la mañana y Leo se había escapado de casa. Se encontraba con su novia en el coche de su padre, un BMW de color azul. Habían decidido irse a las montañas sin que nadie los supiese. No querían que nadie les molestase, querían estar solos.
Era invierno y el sol a penas había salido. El bosque al que se dirigían estaba muy oscuro. A los lados del camino por el que iban, había agua a unos cinco metros más abajo. Ángela y Leo hablaban tranquilamente mientras él conducía por aquel tétrico sendero. Ángela era una joven de diecinueve años, tenía el pelo largo, liso y de color negro, sus ojos eran azules como el zafiro, su piel era morena y medía aproximadamente un metro sesenta. Leo tenía la misma edad, su piel era pálida, su pelo largo, ondulado y rubio como el oro, sus ojos eran verdes cual esmeralda y medía un metro noventa.
La pareja continuaba hablando cuando un cuervo chocó contra el cristal delantero del coche. El impacto provocó que Leo perdiese el control del vehículo.  Por el lado izquierdo del camino ambos se sumergieron en el agua junto con el coche.
Ángela observó a su alrededor y sólo veía agua. Miró al asiento del piloto y estaba vacío. Leo había logrado salir. Con dificultad ella desabrochó el cinturón de seguridad, abrió la puerta u nadó hasta la superficie. Tomó aire y gritó.
-          ¡Leo! ¡Leonardo! ¿Dónde estás? –
No hubo respuesta. Asustada buscó con la mirada superficie terrestres. No podía quedarse en el agua. No hubo suerte. A su alrededor tan sólo había agua. Continuó buscando, pero una voz interrumpió la búsqueda.
-          ¡Ángela! ¡Aquí! –
Miró hacia el camino y vio a una figura que le hacía señas. Era Leo, su novio.
-          ¡Cariño! ¡Nada hasta aquí! ¡Hay un pequeño paso por el que podrás subir! –
La joven nadó hasta el lugar que él, mediante gestos, le había indicado. Subió por un pequeño paso y llegó al camino, donde Leo la esperaba. Se abrazaron.
-          Leo, ¿qué es lo que ha pasado? –
-          No lo sé. Un pájaro impactó contra nosotros y perdí el control. Deberíamos regresar a casa. –
Ángela asintió y comenzaron a caminar. Vagaron durante horas por aquel oscuro lugar. Todos sus esfuerzos por regresar a casa resultaron en vano. Tuvieron que parar. La ropa mojada les estaba provocando un frío mortal. Ambos temblaban si parar. Se sentaron a uno de los lados del camino y se abrazaron en un intento de entrar en calor. No sirvió de nada. Ángela y Leonardo murieron de una hipotermia.
Un coche pasó por el camino del bosque. A un lado del sendero había algo. El vehículo paró. Sus ocupantes salieron de él y se encontraron con una siniestra imagen. Sentados en el suelo había dos cuerpos abrazados, junto a ellos un extraño cuervo. Aquel pájaro de plumaje negro tenía en una de sus alas un dibujo. Una calavera.
Ángela abrió los ojos. Lo primero que vio fue un rostro. Un chico de pelo dorado y ojos verdes. Era Leo, su novio. La joven se sentó en la cama y lo abrazó. Miró a su alrededor, estaba en el hospital.
-          Leo, ¿qué ha pasado? ¿Qué hago en el hospital? –
-          Verás, llevas un mes en coma. Tuviste un accidente. Te caíste por las escaleras del instituto y te golpeaste fuertemente la cabeza. –
-          No recuerdo nada de eso… -
Un ruido se oyó en la ventana de la habitación. Ángela miró y allí estaba. Posado en la ventana se encontraba un cuervo con una calavera dibujada en una de sus alas. “Es una advertencia”, pensó Ángela.

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)