Gael estaba entre las piernas de Lea. Su lengua se deslizaba por el sexo femenino de la joven que se encontraba desnuda sobre la cama. Lea no dejaba de gemir mientras su vagina empezaba a llenarse de líquido vaginal que se comenzaba a deslizar por la boca de Gael. Cuando la boca de la joven estaba completamente inundada del líquido que salía de la vagina de Lea, éste se levantó, cogió a la joven y la tumbó boca abajo en la cama. Gael comenzó a lamerle la espalda. La agarró con las dos manos por la cintura e hizo que Lea se pusiese a cuatro patas sobre aquellas sábanas de color verde. Se puso de rodillas tras ella. Agarró con su mano derecha su pene y lo introdujo muy lentamente dentro de la vagina de Lea. Gael comenzó a moverse hacia adelante y hacia atrás provocando un intenso placer en su cuerpo y en el cuerpo e Lea. La agarró por la cintura mientras continuaba haciéndole el amor y mientras ella no dejaba de gemir y jadear. Poco a poco Gael fue empujando a la chica hacia abajo con sus manos, hasta hacer que ésta estuviese completamente tumbada boca abajo en la cama. Siguió haciéndole el amor, pero cada vez de un modo más intenso. El placer que Gael sentía era inmenso. La postura en la que estaba hacía que la vagina de su amante apretase su pene de un modo que le resultaba muy placentero.
En ese momento, Gael comenzó a preguntarse cómo había llegado
hasta esa situación. Lea a penas solía ni mirarlo o eso creía él, pero aquel
día algo cambió en la rutina a la que estaban habituados. Los dos jóvenes
trabajaban juntos en una oficina, eran dos de los contables de una gran
empresa. Gael y Lea compartían despacho, pero también lo compartían con otro
hombre que hacía que Lea ignorase por completo la existencia de Gael. El otro
chico, llamaba toda su atención y ella siempre estaba tonteando con él. Pero
aquella mañana, ese muchacho no fue a la oficina. ¿Casualidad? Pensó Gael. Su
compañero nunca faltaba al trabajo y justo esa mañana, él había decidido tirar
la toalla con Lea. Pero el que su compañero no estuviese ese día en la oficina,
hizo que Gael no abandonase. Lea parecía que sí conocía su existencia. Ese día
estaba especialmente atenta con él y no dejaba de insinuarse enseñándole todo
el rato su pecho.
El joven no podía dejar de verla, no podía dejar de fijarse
en sus preciosos pechos y eso acabó provocando en él una erección muy grande.
Él lo intentaba ocultar, pero Lea se acabó dando cuenta cuando fue a pedirle un
papel a su mesa. La chica observó atenta al pantalón del hombre sentado, pero
parecía no molestarle. Al contrario, parecía que aquello le gustaba. La
muchacha se sentó en la mesa, pero no cruzó las piernas, dejó que Gael viese su
tanga. Gael no pudo resistirse y comenzó a acariciarle las piernas, llevando su
mano hasta la ropa interior de Lea y comenzando a tocar su entrepierna. Lea se
dejó tocar y se tumbó sobre la mesa. Gael no aguantó más. Se levantó de la
silla y se tumbó sobre la joven. Poco a poco, comenzaron a perder la ropa y se
vieron envueltos en un salvaje momento de sexo en la oficina.
Tras todo aquello, Gael no era capaz de mirar a la cara a
Lea. Pero cuando salieron del trabajo ella le susurró al oído que la acompañase
a su casa. Él lo hizo, la acompañó, pero sólo tenía pensado hacerlo hasta el
portal. En cambio, Lea le convenció de que subiese al piso. Y sin saber cómo,
Gael se encontró entre las piernas de Lea y su lengua se deslizaba por el sexo
femenino de ésta que se encontraba desnuda sobre la cama. Lea no dejaba de
gemir mientras su vagina empezaba a llenarse de líquido vaginal que se
comenzaba a deslizar por la boca de Gael. Cuando la boca de la joven estaba
completamente inundada del líquido que salía de la vagina de Lea, éste se
levantó, cogió a la joven y la tumbó boca abajo en la cama. Gael comenzó a
lamerle la espalda. La agarró con las dos manos por la cintura e hizo que Lea
se pusiese a cuatro patas sobre aquellas sábanas de color verde. Se puso de
rodillas tras ella. Agarró con su mano derecha su pene y lo introdujo muy
lentamente dentro de la vagina de Lea. Gael comenzó a moverse hacia adelante y
hacia atrás provocando un intenso placer en su cuerpo y en el cuerpo e Lea. La
agarró por la cintura mientras continuaba haciéndole el amor y mientras ella no
dejaba de gemir y jadear. Poco a poco Gael fue empujando a la chica hacia abajo
con sus manos, hasta hacer que ésta estuviese completamente tumbada boca abajo
en la cama. Siguió haciéndole el amor, pero cada vez de un modo más intenso. El
placer que Gael sentía era inmenso. La postura en la que estaba hacía que la
vagina de su amante apretase su pene de un modo que le resultaba muy
placentero.
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