sábado, 23 de octubre de 2010

Asesinato, dulce asesinato

“Te secuestraré, te tumbaré sobre una cama de clavos y te ataré para que no puedas escapar. Te clavaré astillas bajo las uñas de los dedos de pies y manos. Te clavaré alfileres en los ojos y los sacaré muy lentamente para volver a clavarlos. Te asfixiaré con mis propias manos y cuando creas que el dolor ha terminado, te devolveré la vida para continuar torturando tu vomitivo cuerpo. Cuando hayas recuperado completamente la consciencia volveré a hacerte sufrir, hasta que me aburra de escuchar tus patéticos gritos de dolor. Cuando me haya hartado de jugar contigo, te abriré en canal y destrozaré cada órgano que haya dentro de ti. Siento odio, repugnancia, asco e ira hacía ti. Te haré pagar por todo el sufrimiento que has causado y disfrutaré haciéndolo. Tendré un orgasmo mientras mutilo tu repugnante cuerpo. No vales para nada y te lo haré ver mientras te asesino.”
Ángela había perdido completamente la cabeza. Sólo pensaba en matarla. Quería deshacerse de ella y torturarla del modo más cruel que existiese. No la soportaba, necesitaba acabar con ella. Las ansias de matar se apoderaban de ella y ese día saciaría su sed de sangre.
Vagaba por la calle con total tranquilidad. Entonces la vio. Caminaba con aires de superioridad y con una sonrisa falsa dibujada en la cara. Ángela se paró y esperó hasta tenerla cerca. Metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó un cuchillo. Se abalanzó sobre ella y, como si estuviese poseída por el mismo diablo, comenzó a clavar el cuchillo en aquel cuerpo femenino que tantas nauseas le provocaba. Acuchilló, desgarró y mutiló al ser que más odiaba en el mundo.
Con las manos y la ropa manchadas de sangre, regresó corriendo a casa dejando el destrozado cuerpo tirado en la calle.
Llegó a casa. Dejó el arma del crimen sobre la mesa. Cogió el teléfono y llamó a la policía.
“He cometido un crimen. He acuchillado, desgarrado y mutilado al ser más asqueroso que había en este mundo. Le he hecho pagar por todo el sufrimiento que ha causado con su falsedad. No me arrepiento de lo que he hecho. Se lo merecía. Lo haría con gusto mil veces más. Era repugnante, vomitiva, odiosa y me producía un asco impresionante. He matado a esa zorra y me siento orgullosa de ello.”

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

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