domingo, 29 de enero de 2012

Escuela De Monjas: La Llegada De Aira

Los padres de Aira ya no sabían qué hacer para que su hija dejase de ser tan problemática. La adolescente de 16 años se juntaba con malas compañías y su última travesura había sido algo más que eso. Aira y sus amigos habían acabado en comisaría por robar un coche y estrellarlo contra dicho local. La policía aconsejó a los padres de la muchacha que fuesen duros con ella y que la alejasen de aquellos que ella decía que eran sus amigos. Ellos por fin encontraron una forma de apartar a su niña de aquellos jóvenes tan problemáticos. Ingresarían a Aira en un colegio católico femenino.
El fatídico día llegó para la adolescente. No quería separarse de sus amigos, pero parecía que sus padres no lo comprendían. Ellos no dejaban de decirle “estarás bien” o “harás muchas amigas”, pero ella sabía que aquello no era cierto, aquello sería lo más cerca que iba a estar del infierno antes de morir. Cuando se bajó del coche se dio cuenta de que quizá aquello no estaría tan mal. Comenzó a seguir a todas las chicas con la mirada y un profundo calor interno surgió en ella. Los padres la dejaron allí y le rogaron que no se metiese en líos. Aira comenzó a caminar por el inmenso patio de aquel colegio. El patio dónde todas las chicas corrían, jugaban o charlaban. Aquel sitio estaba gustándole. Cuando las chicas pasaban corriendo las faldas de los uniformes se levantaban mostrando la ropa interior de las colegialas y Aira no podía dejar de fijarse en ello. De pronto, alguien le habló.
-      Tú debes de ser Aira, la nueva alumna, ¿verdad? – dijo una joven monja.
-      Sí, soy yo – afirmó Aira.
-      Ven, sígueme – le dijo la mujer mientras comenzaba a adentrarse en el interior del colegio.
Aira estaba impresionada. Aquella monja no era como ella imaginaba. Era una mujer joven, de unos 30 años de edad, con el pelo rubio, los ojos de un azul muy claro, la tez pálida y unos despampanantes pechos que destacaban en aquella recatada vestimenta. Aira no podía fijarse en otra cosa que no fuesen los cuerpos de todas las chicas que la rodeaban. Mientras se fijaba, ella y la mujer católica llegaron a un despacho. La monja entró y Aira tras ella. La treintañera cerró la puerta con pestillo y le dijo a la adolescente que se sentara.
-      Aira, mi nombre es Resurrección, pero puedes llamarme Resu. Seré tu profesora de biología – comenzó a hablar la maestra mientras se quitaba el hábito y se quedaba tan sólo con unos pantalones cortos, un top y unos zapatos de tacón. – Tus padres nos han dicho que eres muy problemática, pero creo que nuestras formas de enseñar te gustarán y te llevarán por el buen camino – finalizó.
Aira asintió con la cabeza mientras miraba maravillada los senos de Resurrección y también sus piernas. No comprendía lo que sucedía, pero aquello le encantaba.
-      Bien. Te voy a contar algunas normas básicas del centro. La primera, siempre debes llevar el uniforme de la escuela y para dormir el pijama que te daremos. Toda tu ropa está ya en tu habitación, la 303. Compartirás habitación con una joven llamada Úrsula. Segundo, si faltas a clase recibirás un severo castigo, aunque quizá te guste. Muchas de tus compañeras faltan a diario para recibir nuestro especial castigo. Y por último, las puertas de las habitaciones deben estar siempre abiertas para que podamos ver lo que hacéis. ¿Te ha quedado claro? – explicó Resu mientras se sentaba sobre la mesa, muy cerca de la nueva alumna.
-      Ha quedado claro – respondió Aira con los ojos clavados en los senos de su profesora.
-      Muy bien. Bueno, como llegas tarde y has perdido muchas clases voy a ponerte al día en mi asignatura. ¿Qué tal conoces el aparato reproductor femenino? – preguntó la monja.
-      Pues… Creo que bastante bien… -
-      Vamos a comprobarlo – dijo Resurrección quitándose los cortos pantalones.
Aira observó sorprendida. La monja estaba ante ella sin pantalones y sin ropa interior, sólo llevaba puesto el top y los zapatos de tacón. La muchacha no sabía qué hacer, sólo podía mirar cómo su profesora se habría de piernas encima de la mesa y enseñándole su depilada vagina.
-      Si no me enseñas tus conocimientos voy a tener que castigarte. –
La adolescente continuaba quieta. Observando. Sin poder moverse, sorprendida por lo que estaba viendo.
-      Está bien. Te voy a castigar. –
Resurrección se aproximó a Aira y la besó. La adolescente se quedó paralizada y se dejó besar. El beso acabó y la monja comenzó a desnudar a la alumna nueva. La desnudó por completo y empezó a acariciar los pechos de Aira.
-      Prepárate Aira, porque el castigo va a comenzar… -

1 comentario:

  1. Paloma me encantaaaaaaaa! Quiero más capítulos eh! Está ultra genial! ^^ De verdad. Me gusta mucho pero mucho mucho :) Un besote!

    ResponderEliminar