domingo, 9 de octubre de 2011

El Mejor Amigo De Mi Hermano Es Un Vampiro

Mi nombre es Ariadna y hoy os voy a contar cómo empezó todo mi contacto con los seres de la noche…
Todo dio comienzo cuando tenía 20 años. Llevaba años enamorada de Ángel, el mejor amigo de mi hermano. Un chico cuatro años mayor que yo, con el pelo rubio, de 1’90 cm, unos 75 kg de peso, ojos verdes con una pequeña franja naranja alrededor de la pupila, unos labios finos y carnosos… En fin, un chico muy hermoso. Pero yo creía que aquel amor era imposible por la diferencia de edad y porque era el mejor amigo de mí hermano. Un día todo aquello cambió.
Los padres de Ángel se fueron de viaje y mis padres decidieron acogerle en mi casa, pero como la habitación de mi hermano es muy pequeña lo metieron a dormir en la mí. Sí, allí, en el suelo de mi habitación, sobre una cama hinchable, tendría durmiendo al amor de mi vida.
La primera cena con Ángel en casa pasó y llegó el momento de irse a dormir. Yo ya estaba en pijama y metida en la cama, leyendo un libro sobre vampiros. Ángel entró en la habitación, con unos pantalones cortos de color azul y sin camiseta. A lo largo de los años había visto aquella imagen en numerosas ocasiones, pero nunca me había impactado cómo aquel día. Él entró y se tumbó en la cama hinchable. Yo fingí que aquella situación no me incomodaba y continué leyendo. De pronto sentí su mirada clavada en mí y después dijo:
-      Ari, quiero preguntarte algo. –
-      Dime – le respondí mientras dejaba el libro sobre la cama y le miraba.
-      ¿Yo te gusto? –
-      Em… Pues sí… - contesté totalmente colorada. –
Ángel se levantó y se arrodilló ante mi cama, clavando aquellos preciosos ojos verdes en mí. Y volvió a hablar:
-      Ariadna, ya tienes la edad que esperaba para poder decirte esto. Ari, estoy enamorado de ti desde… desde siempre. Ahora ya tienes 20 años y la diferencia de edad ya no se nota tanto. –
Ángel se aproximó más a mí. Me acarició la cara y después… me besó. Me besó con aquellos labios que deseaba desde hacía tanto tiempo.
-      Ahora lo que te pido es que no quiero que tu hermano se entere de esto. Si se llega a enterar me mata. Pero te amo y no puedo esperar más para estar a tu lado – dijo al finalizar aquel beso tan dulce y carnoso.
Después de aquella extraña y a la vez feliz noche. Mi vida comenzó a cambiar. Comencé una relación en secreto con el mejor amigo de mi hermano. Ángel pasaba los días en mi casa y dormí en mi habitación, pero a los ojos de los demás para mi él seguía siendo un “capullo”. Pero a las espaldas del mundo, él era la persona a la que yo más amaba. Los días pasaron y cada vez tenía más ganas de gritarle al mundo que estaba con él, pero seguíamos ocultándolo, viéndonos a escondidas, besándonos en la oscuridad de mi habitación… Todo ello en total secreto. Aunque él todavía tenía algo que confesarme, algo que haría que mi vida sufriese un cambio radical…
Habían pasado ya 47 noches desde que Ángel y yo habíamos empezado con aquella extraña relación y desde que él estaba viviendo temporalmente en mi casa. Esa noche, Ángela me había dejado una nota dentro del libro que estaba leyendo en la que ponía: “Ponle una excusa a tus padres para pasar la noche fuera y nos vemos en la puerta de mi casa a media noche. Firma tu amado secreto”. Como bien decía la nota, busqué una excusa. Hablé con mi mejor amiga y le pedí que me cubriese, ya que les diría a mis padres que iría a dormir a su casa. Ella aceptó y mis padres me creyeron. Así que… preparé una mochila con ropa y me dispuse a salir de casa. A media noche llegué a la casa de Ángel, la cual estaba vacía porque sus padres aún no habían vuelto de viaje. Me acerqué a la puerta de la casa y en ella había un sobre pegado en el que en el exterior ponía mi nombre. Lo despegué de la puerta y saqué la nota que había dentro. “Entra, la puerta está abierta y dirígete al salón”. Empujé la puerta y esta se abrió. Entré y la cerré con un pequeño empujón. Caminé hasta llegar al salón, el cual estaba lleno de velas por todas partes, con las persianas completamente bajadas y con una mesa llena con rosas negras y comida. Ángel se encontraba de pie junto a la mesa. Cuando vi todo aquello no pude evitar emocionarme y él se aproximó poco a poco hacía mí. Me besó, me cogió de la mano y me pidió que me sentase en el sofá.
-      Ángel, esto es precioso. Pero… ¿por qué lo has hecho? – le pregunté intrigada.
-      Verás, Ari, llevamos ya 47 noches juntos y tengo algo muy gordo que confesarte, pero… quizá debamos cenar antes. Ven, vamos a la mesa. –
Me cogió de la mano y me llevó hasta la mesa. Dónde una maravillosa y romántica cena juntos. Cuando acabamos… yo no pude esperar más y le pregunté qué sucedía. Ángel se levantó y se arrodilló junto a la silla en la que me encontraba sentada.
-      Ariadna, lo que te tengo que te tengo que decir no es fácil, pero eres mi novia y quiero que lo sepas. Verás… Bueno… espera, creo que es mejor que lo veas por ti misma – cuando acabó de decirlo giró la cara y miró hacia abajo.
-      Me estás asustando, ¿qué ocurre? –
-      Lo que vas a ver ahora mismo no es fácil de entender y espero que no salgas huyendo cuando lo veas – en ese momento levantó la cabeza.
Algo sorprendente fue lo que vi. Tenía unos colmillos enormes, sus ojos se había vuelto completamente negros y su cara… Su cara se había vuelto muy extraña.
-      Ari, soy un vampiro. –
-      ¿Qué? – me levanté de la silla sin apenas ni darme cuenta y vagué dando vueltas sin rumbo por aquel salón.
-      ¡Espera! ¡Ariadna! Todo tiene una explicación. Te contaré cómo pasó. Pero prométeme que no huirás y que no se lo dirás a nadie. Eres la primera persona a la que se lo cuento – dijo intentando que yo parase de dar vueltas.
-      Ángel, te amo y no huiré de tu lado. Sabes que me encantan los vampiros. Pero entiéndelo… esto no es fácil de digerir. No puedo aceptarlo en menos de un minuto – en ese momento paré quieta y me senté en el sofá de color negro.
-      Lo sé, sé que no es fácil. Pero creo que es mejor que sepas esto ahora y no dentro de unos años. Quiero que me ames tal cuál soy y esto forma parte de lo que soy –
-      Te amo tal cuál eres y esto no hará que ese sentimiento cambie. Pero… ¿cómo ocurrió? –
-      Todo ocurrió cuando tenía 9 años y volvía a casa de haber estado en tu casa, jugando con tu hermano. Regresaba por el mismo camino por el que viniste tú hasta aquí esta noche. Caminaba tranquilamente por él cuando de alguna parte salió algo que se abalanzo sobre mí y que me mordió en el cuello. Por el dolor del mordisco me desmayé. Así que no sé cómo ocurrió todo exactamente. Sé que me desperté y que regresé a casa como si nada hubiese pasado. Pero había pasado y cuando entré en mi cuarto… y vi a mi hámster… sentí un enorme impulso de chuparle la sangre. En aquel momento no comprendí con exactitud lo que pasaba, pero con el tiempo lo comprendí. –
-      Tu hámster… no murió… ¡lo mataste tú! –
-      Sí, suena horrible, pero fue como sucedió. –
-      Pero… Ángel… Tengo una duda. Según los libros que he leído sobre vampiros, para poder convertirte en uno tienes que haber intercambiado sangre con él, ¿no? –
-      Así es, con el tiempo me he encontrado con otros como yo que me han explicado ese tipo de cosas y que me han explicado por qué puedo salir a la luz. Quizá aquel ser me hizo beber de su sangre cuando estaba desmayado. No lo sé… -
-      Esto es increíble… Mi novio… El mejor amigo de mi hermano… Es un vampiro… -
-      Ari, siento no habértelo dicho antes, pero tenía miedo de que me abandonases. –
-      No te abandonaré. Pero… ¡conviérteme! –
-      No, no haré eso. No quiero condenarte a una vida eterna, en la que tengas que ver morir a tus seres queridos y en la que tengas que huir de todos los lugares para no ser descubierta. No te condenaré a una vida eterna junto a mí… - dijo mientras volvía a poner su cara de forma normal.
-      Ti lo has dicho… Una vida eterna junto a ti. Eso significaría que algún día tendríamos que dejar de ocultar nuestro amor. –
-      No. Ariadna. Me niego a convertirte. Al menos… No ahora. –


(Continuará…)



Firmado: Paloma García Villar
Vigo, Pontevedra

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