martes, 8 de noviembre de 2011

El Infierno De Fraser

He pasado más de diez años entre reformatorios y cárceles. Mi nombre es Fraser y esta es la fatídica historia de mi vida. Acabo de salir de la cárcel después de trece años y seis meses de condena. Ahora soy por fin libre pero mi error cometido cuando tenía quince años de edad me persigue a donde quiera que vaya y siempre me perseguirá. Quizá os estéis preguntando cuál fue ese gran error o quizá no, pero igualmente os lo voy a contar porque si os encontráis leyendo esto es porque algo os intriga. Es posible que mi larga condena os haga deducir que fue lo que hice, pero seré yo el que os confirme si vuestras hipótesis son correctas. Para ello, debo retroceder unos quince años atrás.
Esta historia da comienzo cuando yo tenía quince años de edad. Para aquel momento me encontraba saliendo con la hija pequeña del jefe de la policía de la ciudad. Ella era una belleza. Era pelirroja, con la tez pálida, los ojos color aceituna y catorce años de edad. A pesar de ser la hija de un policía no era, lo que se puede decir, una buena chica. Le gustaba el mal y me arrastró a ese bando con ella. Al principio hacíamos pequeñas gamberradas. Empezamos poniendo petardos en los buzones de las casas y acabamos robándole el coche de policía a su padre. En aquel momento no era consciente del mal que estaba haciendo y no me di cuenta de que todo aquello sería el principio de un gran infierno.
Una noche, mi novia, decidió hacer una fiesta en su casa con la peor gente de la ciudad, entre la cual me encontraba yo. La fiesta se alargó hasta altas horas de la noche. Al final sólo quedábamos mi novia, cinco chicos más y yo. A pesar de nuestras edades teníamos un alto nivel de alcohol en nuestro cuerpo mezclado con varios tipos de drogas que habíamos consumido. Todo aquello nos llevó a un comportamiento que nos amargaría de por vida.
Mi novia cogió una pistola que guardaba su padre en casa y comenzó a hacer idioteces con ella. Mis amigos y yo nos excitamos y abusamos de ella. La desnudamos, la tumbamos en el sofá y uno a uno fuimos perdiendo la virginidad con ella. Mientras ella seguía jugando con la pistola, yo me perdía entre sus piernas y le pervertía con todas mis fuerzas. En un arrebato le quité la pistola de las manos y se la introduje por su vagina, lo que a ella parecía excitarle especialmente. Pero entre orgasmos, risas y corridas por parte de todos, el arma se disparó dentro de ella. Los cinco chicos y yo, en lugar de asustarnos y llamar a emergencias, continuamos penetrando el cuerpo de mi novia que poco a poco iba perdiendo la vida.
Después de saciarnos todos con ella, cogimos el coche de policía de su padre y nos fuimos de la casa.
Al día siguiente me levanté creyendo que todo había sido una horrible pesadilla y por eso fui a visitar a mi novia a su casa. Allí descubrí que no había sido un sueño. La casa estaba llena de policías y los médicos se estaban llevando el cuerpo sin vida de mi novia. Su padre me detuvo allí mismo en el momento en el que mis lágrimas estallaban… Aquel infierno se prolongó durante dos años entre interrogatorios y juicios.
Mi abogado intentaba defenderme alegando que estaba drogado y que todo había sido un terrible accidente. Pero una parte de mi ser me decía que yo quise aquello y que apreté el gatillo a propósito. Me declaré culpable con diecisiete años de edad. El juez me condenó a trece años y seis meses de condena. Por lo que fui encerrado en un reformatorio y, cuando cumplí la mayoría de edad, trasladado a una cárcel. Durante toda la condena pensé en lo que había hecho. Yo amaba a aquella chica por lo que una parte de mí quería creer que todo aquello había sido un accidente provocado por las drogas. Pero otra parte de mí creía que yo había elegido aquello, ya que yo mismo decidí consumir aquellas drogas.
A día de hoy y con treinta años de edad soy libre. Ya no vivo en la misma ciudad y la gente ya a penas me recuerda. En cambio, toda mi libertad se rompe con la eterna duda de si apreté aquel gatillo queriendo. Vivo atormentado por aquel suceso que me amargará la vida eternamente y que, lo más seguro es que, acabe provocando mi suicidio. No sé cómo he logrado subsistir todos estos años en la cárcel con este infierno…


Firmado: Paloma García Villar
Vigo, Pontevedra

No hay comentarios:

Publicar un comentario