martes, 21 de septiembre de 2010

Déjà vu

“Trato de entender. Debo comprender, pero no logro saber qué es lo que ha pasado. Sin motivo has entrado, sin hacer nada te has clavado en mi corazón y ahora no sé qué pasará. Quizá pierda la cabeza pensando cómo llegar hasta ti o quizá lo deje pasar sin hacer nada.
Hace unos días soñé algo. Algo a lo que no le di demasiada importancia. Simplemente lo consideré un sueño más. Ahora pienso en ello y me doy cuenta. Aquel sueño era una predicción. Soñé que le mostraba mis sentimientos a un chico. Un chico al que en la realidad no conocía y que creí que no existía. En cambio pasaron unos días y vi a un chico,  alguien que se clavó en mí. Y ahora, tres días después, me doy cuenta de que las imágenes encajan. Era el chico de mi sueño y no sé qué pasará.”
Ángela soltó el bolígrafo y lo dejó caer sobre la libreta que tenía sobre sus piernas. Acto seguido suspiró. Estaba sentada en su cama y hasta ese momento había estado escribiendo en su diario. Intentaba poner en orden sus pensamientos. Se frotó los ojos y luego  cogió el bolígrafo y lo dejó sobre la mesta de noche que se encontraba al lado derecho de su cama. Miró la libreta que tenía sobre las piernas, la cogió y la cerró. Era una libreta de color negro y sus hojas eran de color rojo, en ellas estaban plasmados todos los pensamientos de la joven en dorado. Se giró hacia la derecha y abrió el tercer cajón, empezando por arriba, de su mesita de noche. Dejó el diario dentro  y volvió a cerrar el cajón. Se tumbó en la cama y observó el techo. Un par de minutos después miró el reloj que llevaba colocado en la mano izquierda. “Es tarde. Debo prepararme” pensó la joven. Se levantó de la cama y se dirigió al armario que había justo en frente. Lo abrió y tras un instante de indecisión sacó la ropa que se pondría para salir esa noche. Era viernes y Ángela quería ponerse guapa para salir con sus amigos.
Dejó la ropa que había cogido sobre la cama. A continuación abrió el primer cajón de la mesita donde había guardado su diario. De él sacó una pequeña caja de color rojo y la colocó sobre la cama. Cerró el cajón y después se cambió de ropa y se puso las botas que había bajo la cama. Se colgó del brazo las prendas que se había quitado y salió de la habitación. Entró en el baño, que estaba junto en frente de su cuarto, abrió un pequeño cubo de calor azul y dejó caer las prendas dentro. Cerró el cubo y se colocó ante el espejo. “Tengo que peinarme y maquillarme” se dijo en voz baja a sí misma. Abrió un armarito que estaba situado al lado izquierdo del espejo. De él sacó una pinza negra y un neceser azul. Colocó ambas cosas sobre el mueble y después abrió el único cajón que había en él al lado derecho. Sacó un peine negro. Se peinó u se recogió su largo y liso pelo dorado con la pinza que había dejado sobre el mueble blanco. Guardó el peine en su lugar y cerró el cajón.  Abrió el neceser y sacó maquillaje. Se maquilló, cerró el neceser y lo devolvió a su sitio. Se miró al espejo y se dijo “perfecto”. Salió del cuarto de baño y regresó a su habitación. Se aproximó a la cama y abrió la cajita roja que se encontraba sobre ella.  Dentro había anillos, collares, pulseras, pendientes y un pequeño saco negro. Cogió las joyas que quería y se las puso. Observó la caja y cogió el saco, el cual contenía un manojo de hierbas secas atadas con un hilo blanco. Cerró la caja y dejó el saco sobre ella. De nuevo miró la hora en el reloj que llevaba en la muñeca. “Debo darme prisa” pensó. Se aproximó al escritorio que estaba al lado izquierdo de la cama y cogió el bolso que allí había. Volvió a colocarse frente a la cama, lo apoyó sobre ella y comprobó que dentro estuviese lo que necesitaba. Después de comprobarlo volvió a observar el saquito negro. “Fue mi primer hechizo, un hechizo de amor. El primero cuando me dijeron que era bruja. Nunca he probado si funciona y desde entonces he hecho muchos que han funcionado. Vamos a probar si mi primer hechizo salió bien” dijo en voz baja. Cogió el saquito y lo metió en un bolsillo oculto que tenía su  bolso. Lo cerró y salió de la habitación. Se aseguró de que todo estaba bien en la casa y se fue.
Ángela caminaba firme y con decisión por la calle. Miraba constantemente su reloj, llegaba tarde y estaba oscureciendo. Cuando llegó al lugar al que se dirigía., todos sus amigos la estaban esperando. Saludó a todos dándoles un beso en la mejilla, pero allí había alguien que no conocía. Le observó y se dio cuenta de que era el chico que tenía viviendo en su mente desde hacía tres días.
-Os presento. Ella es Ángela. Él es Marcos.- dijo uno de los amigos de la chica llamado Breogan.
Ella saludó con timidez al chico nuevo, el cual se acercó a darle un beso en la mejilla después de haberle dicho hola.
De pronto un ruido muy fuerte sonó. Un trueno. Ángela abrió los ojos y miró hacia la ventana. Era viernes por la mañana y en la calle estaba tronando. Pensó en que acababa de soñar. Se sentó en la cama. Abrió el primer cajón de la mesita, cogió una pequeña caja roja y cerró el cajón. Abrió la caja y de ella sacó un saquito negro.  Cerró la caja roja y la colocó en el suelo.  Ángela observó el saco y tras unos minutos se decidió a abrirlo. De  él sacó un manojo de hierbas secas que estaban atadas con un hilo blanco. A continuación cogió unas tijeras y colgante que había sobre su mesita. Colocó las tijeras sobre la cama. Abrió el colgante, era una pequeña cajita redonda de plata, y la colocó sobre sus piernas. Con las tijeras cortó un cachito del  manojo de hierbas y lo puso dentro del colgante. Cerró la cajita de plata, se la colgó del cuello y dejó las tijeras sobre la mesita. Guardó el manojo de hierbas en el pequeño saco negro y lo dejó en la mesita.  A continuación cogió del tercer cajón del mueble una libreta negra con las hojas rojas y cogió un bolígrafo que había al lado de las tijeras que acababa de utilizar. Abrió la libreta y comenzó a escribir en dorado. “Trato de entender. Debo comprender, pero no logro saber qué es lo que ha pasado. Sin motivo has entrado, sin hacer nada te has clavado en mi corazón y ahora no sé qué pasará. Quizá pierda la cabeza pensando cómo llegar hasta ti o quizá lo deje pasar sin hacer nada…”

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

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