martes, 14 de septiembre de 2010

El Nombre

Ángela estaba obsesionada. Desde hacía un tiempo un nombre se había clavado en su mente. Aparecía como una imagen clara y no podía hacerlo desaparecer. En clase siempre se distraía cada vez que aquel dibujo aparecía y lo dibujaba en su libreta sin apenas ser consciente de ello.
Era lunes y Ángela tenía examen de historia. Había pasado todo el fin de semana encerrada en casa estudiando. Aún a pesar de estar convencida de saberse  todo el temario, la joven estaba muy nerviosa.
La hora de examinarse había llegado para Ángela. La cual se encontraba sentada en la segunda mesa de la tercera fila, que se encontraba situada ante la mesa del profesor. Aguardaba impaciente a que su maestra de historia le entregase la hoja con las preguntas. El momento llegó. Ángela acababa de recibir el papel tamaño dinA4 con las cinco preguntas que abarcaban los cinco temas que se había estudiado en sus dos días libres. Leyó la primera pregunta. “Los Reyes Católicos”. La joven sonrió y comenzó a escribir con su bolígrafo de color negro. Se sabía la respuesta, recordaba todo sobre ello. Llevaba seis líneas cuando de pronto  su mano comenzó a moverse sola. Su bolígrafo ya no estaba escribiendo información histórica, sino que escribía un nombre. No dejaba de escribir aquella imagen que tanto se le aparecía en la mente. Llevaba tres líneas escribiendo lo mismo y no podía parar.
Los compañeros de Ángela comenzaban a asustarse. La chica tenía los ojos en blanco y escribía obsesivamente. La profesora se acercó a ella y le preguntó si se encontraba bien, pero no obtuvo respuesta alguna. Ángela abrió la mano y dejó caer el bolígrafo sobre la mesa. Al instante, se desplomó. La joven cayó de su silla y su cuerpo golpeó el suelo. Sus compañeros se levantaron rápidamente de sus sitios y corrieron a socorrerla. La maestra mandó a uno de sus alumnos a que pidiese una ambulancia y avisase al director del instituto.
La ambulancia llegó al recinto escolar y los médicos se adentraron en el edificio. Fueron guiados por un alumno hasta el aula número treinta y tres. Llegaron y atendieron con rapidez a la joven que se encontraba tumbada en el suelo. Uno de los doctores habló con el director y le indicó que era mejor llevarla al hospital. Los médicos tumbaron a la muchacha en una camilla y la llevaron a la ambulancia. Después, al hospital.
La profesora se encontraba todavía en el aula. Estaba sola, sentada ante su mesa. Debido a lo sucedido había decidido suspender el examen. Ante ella se encontraban el montón de exámenes sin terminar de sus veintitrés alumnos. Cogió uno de los papeles y comenzó a leer. En la parte superior se encontraba escrito el nombre completo de Ángela, el curso y su número de alumna. La maestra continuó leyendo. De pronto, se levantó de la silla. Salió corriendo del aula y se dirigió al despacho del director. Llamó a la puerta con los nudillos de su mano derecha y entró. Una vez dentro, le dio al hombre la hoja de papel que llevaba en la mano izquierda. Con uno de los dedos de la mano que tenía libre, le indicó qué era lo que tenía que leer.
-          Leonardo García López… es el nombre de mi hijo. –
-          Es lo último que escribió Ángela en su examen. –
-          Pero… ¿por qué escribió el nombre de mi hijo? ¿Y tantas veces? –
-          Eso habrá que preguntárselo a ella cuando despierte, señor director. -

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

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