martes, 14 de septiembre de 2010

Vigilante Nocturno

El beso del vampiro recayó entonces sobre la bella doncella que yacía todavía dormida en la cama. Era una dama muy hermosa, tenía los cabellos negros como el carbón y lisos, sus ojos eran color miel y su tez pálida. “Tez pálida… será debido a la pérdida de sangre. He tomado demasiada” pensó él mientras la observaba antes de abandonar la habitación. Era un muchacho apuesto, sus ojos azules como el cielo miraban con dulzura a su última víctima, sus cabellos negros y ondulados caían sobre la pálida cara. Abandonó el cuatro, debía hacerlo antes de que ella despertase. Si despertaba y lo veía allí podría recordar. Había borrado todo recuero de lo sucedido de la mente de la joven, pero nada le aseguraba que lo olvidase para siempre. Bajó las escaleras. La casa estaba oscura, ya que el solo no había salido aún. Abrió la puerta de la entrada, salió y la cerró con cuidado. Cruzó la calle y se dirigió a una moto Harley Davidson que se encontraba allí aparcada. Se subió a ella, la encendió y se fue de aquel lugar.
Acababa de despertar y se encontraba un poco aturdida. Permaneció en la cama esperando a que el aturdimiento se desvaneciese, pero no fue así. Se levantó de la cama. Cuando se puso en pie sus piernas temblaron lentamente y notó un débil dolor en el lado izquierdo del cuello. Caminó hasta el baño y se lavó la cara. Al mirarse al espejo observó en su cuello, justo en el lado izquierdo a la altura de la garganta, dos pequeñas funciones. En ese momento, la sensación de que no recordaba algo la invadió. Sus piernas comenzaron a temblar con más intensidad, todo lo que a su alrededor había daba vueltas ahora. Se desmayó. Calló sobre una suave y larga alfombra azul. Al caer se golpeó la cabeza, un golpe suave. Permaneció tirada en el suelo sin que nadie pudiese ayudarla.
Sintió un dolor en la cabeza y la sensación de que tenía que volver a la casa donde había pasado la noche. Guiado por sus impulsos se subió a as moto y partió hacia el lugar. Entró en la casa por la puerta trasera que había quedado abierta la noche anterior. Subió las escaleras y vio un cuerpo en el suelo del cuarto de baño. Era ella, la joven damisela que no lograba olvidar, la chica en la que había pensado durante todo el día. La cogió en brazos y la llevó hasta la habitación. La metió en la cama. La observó con detenimiento. “La sangre de los vampiros es curativa” pensó. Quería que se recuperase pronto. Buscó algo afilado en la habitación y se hizo un pequeño corte en la muñeca. Aproximó la muñeca a la boca de la doncella y la obligó a tragar. Cuando creyó que ya había bebido suficiente como para recuperarse, apartó la mano, tapó a la joven y abandonó el domicilio.
Estaba en la cama, pero estaba completamente segura de que se había desmayado en el baño. Tenía un extraño sabor en la boca, como a sangre. “No estoy bien. Es mejor que permanezca en la cama hoy” pensó. Así lo hizo, pasó el día en la cama.
Era media noche y ella dormía plácidamente. Él estaba sentado a un lado de la cama. De pronto, ella comenzó a alterarse. Estaba tendiendo una pesadilla. La acarició y le susurró al oído que se calmase, pero ella no lo hacía. Comenzó a hablar en sueños. Estaba narrando dormida todo lo sucedido la noche anterior. Creyó haber borrado todo recuerdo de la mente de la muchacha, pero no era así. Ella recordaba, le recordaba.
Abrió los ojos. Había tenido una horrible pesadilla. Estaba alterada, pero se tranquilizó al ver que estaba sola, que sólo había sido un mal sueño. Volvió a dormirse y a su lado apareció de nuevo un apuesto joven.

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

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