lunes, 27 de septiembre de 2010

Espíritus

Estaba tumbada en la cama, sin hacer nada. Era de noche y me encontraba totalmente a oscuras encerrada en mi habitación. Tan sólo estaba tumbada, mirando al techo, sin pensar en nada en concreto. Todo estaba en silencio. Mis ojos comenzaban a cerrarse poco a poco, el sueño me estaba invadiendo. Estaba casi dormida cuando sentí algo muy extraño. Algo me estaba tapando la boca y me inmovilizaba por completo en mi cama.  Abrí los ojos y estaba sola, pero seguía sin poder moverme. No había nadie allí y, sin embargo, yo sentía como una mano caliente me tapaba la boca. No podía moverme y no sabía qué hacer. Pensé y entonces recordé. “Si me relajo se desvanecerá”, esas palabras aparecieron en mi mente. Lo hice. Me relajé. Traté de olvidar aquella presencia y aquella sensación de inmovilidad. Conseguí relajarme y todo aquello desapareció. Encendí la luz y observé con detenimiento toda mi habitación. Buscaba algo, no sabía el qué, pero buscaba y esperaba encontrar algo en mi habitación. Como es normal, no encontré nada. Mi habitación continuaba igual que siempre, igual que como todos los días. Mi mente no dejaba de buscar una explicación a lo que acababa de suceder. Se me ocurrían muchas razones para lo que acababa de suceder. Podía ser una situación sobrenatural en que un espíritu había intentado ahogarme.  Esa era la explicación que con más fuerza se dibujaba en mi mente, pero tenía que haber algún tipo de explicación racional. Quizá había sido un sueño y yo creía estar despierta. Esa era la explicación más racional que lograba mi mente. Dejé de pensar y volví a apagar la luz. Me tumbé y continué mirando al techo, pero esta vez sí pensaba. No podía dejar de pensar en lo que me había sucedido hacía unos minutos.
Continuaba pensando y de nuevo sentía algo extraño en mi habitación. Sentía una extraña presencia, sentía que algo estaba dentro de mi habitación. Me levanté y me senté en la cama. Quería averiguar qué era lo que estaba pasando y ahora era consciente de que estaba totalmente despierta.
Esperaba que eso que había en mi habitación se acercase a mí. Permanecí sentada en la cama y no me moví.  Pasaron quince minutos y allí seguía yo, sentada y esperando. Pasaron diez minutos más y, entonces, pasó todo. De pronto algo se iluminó en mi habitación. Había una potente y limpia luz blanca delante de mi cama. Me froté los ojos creyendo que estaba alucinando, pero continuaba allí. La luz se fue desvaneciendo y poco a poco fue apareciendo una figura. No distinguía lo que era aquella figura, pero se estaba aproximando a mí. Se sentó en mi cama, muy cerca de donde me encontraba yo. La figura se hizo cada vez más clara y por fin logré ver que era. Allí sentada, allí estaba. Era una mujer joven y muy hermosa. Me miró y entonces habló:
-          Tienes que ayudarme. Algo va a suceder. Vais a morir todos a manos del espíritu de mi marido. Tienes que ayudarme a encontrarlo antes que salga la luz del sol o será demasiado tarde. -
Me desperté. Me levanté totalmente asustada por el sueño que acababa de tener. Había tenido un sueño muy extraño, pero tenía la sensación de que todo había sido real. Salí de mi habitación y bajé las escaleras. La casa estaba en silencio y en la cocina no había nadie, lo cual era muy extraño. Subí  de nuevo las escaleras y fui a la habitación de mis padres. Encendí la luz y comenzó el horror. La habitación estaba llena de sangre y en la cama se encontraban los cuerpos sin vida de mis padres. Salí corriendo de allí y me dirigí a la habitación de mi hermano. Lo que vi allí fue peor. Mi hermano estaba en el suelo y a su alrededor se encontraban todos sus órganos. Huí y bajé corriendo las escaleras. Salí de la casa y sentí una punzada en el pecho. La sangre comenzó a brotar y me desvanecí.

Escrito por: Paloma García Villar
Vigo (Pontevedra)

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